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María Rosa de Jesús, una agustina recoleta muy activa en las Cortes de Cádiz

En Cádiz, la capital más al sur de la España peninsular, se sigue celebrando el bicentenario de la constitución que allí fue aprobada el 19 de marzo de 1812. Todo el territorio español había sido conquistado por las tropas francesas de Napoleón, y los representantes de la nación se habían hecho fuertes en aquel último rincón, en Cádiz. No eran sólo los líderes políticos de lo que actualmente es España, sino también los que representaban a “los españoles de ambos hemisferios”, como dirá la Constitución; en la práctica, los representantes de toda la América de lengua española.

Es muy amplio el anecdotario que se puede recoger de los casi cuatro años (1810-1813) que duraron las Cortes. Y no son pocas las novelas inspiradas en este ambiente. Luego hay otras historias a caballo entre ficción y realidad, como es el caso de una monja agustina recoleta que, después de entrevistarse con el papa Pío VII, se presentó en Cádiz con un mensaje que conmocionó a las Cortes.

El mensaje del Papa

El personaje era la madre Rosa María de Jesús, nacida en Barcelona y monja profesa en el monasterio de agustinas recoletas de la Purísima, en Salamanca. Apenas llevaba cinco años allí cuando se sintió llamada a viajar hasta la ciudad italiana de Savona, próxima a Génova, donde Napoleón mantenía prisionero al papa Pío VII. Allí pudo ver en varias ocasiones al Pontífice, de quien recibe un supuesto mensaje para España; mensaje que ella intenta transmitir en Cádiz a los representantes del pueblo español.

En Cádiz escribe varias cartas tanto a las Cortes como a cada uno de los diputados. El remedio de España lo cifraba en la fundación de una nueva congregación religiosa, las Siervas de María Santísima de los Dolores. Ni su presencia ni sus mensajes, visionarios y apocalípticos, pasaron desapercibidos entre la población; la misma prensa se ocupó de ellos. De su caso no pudo menos que ocuparse incluso alguna de las comisiones de las Cortes.

No se conocen muchos de los detalles de la estancia de la madre Rosa en Cádiz. Sí sabemos que, para finales de 1813, ya se había incorporado a las agustinas recoletas del monasterio de Nuestra Señora de las Angustias de Cabra (Córdoba). Aquí residió hasta 1824, en que pasó a Madrid. En esta ciudad, en el convento de Comendadoras de Santiago, fallecería cuatro años más tarde. En ningún momento cejó en su empeño de fundar una nueva congregación religiosa, que ella veía como voluntad de Dios.

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