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Los agustinos recoletos agradecen a las voluntarias de La Esperanza sus veinte años de compromiso con los pobres

La labor social de la Orden de Agustinos Recoletos sigue creciendo. Es una labor que no se puede disociar de su espíritu evangélico.  Como se puede leer en sus constituciones: “una conciencia comprometida ante los problemas reales de la sociedad, que nos urgen a asumir la opción preferencial por los pobres”. También en este campo social  como en tantos otros, los agustinos recoletos trabajan con las herramientas propias de la sociedad actual.

Si hace dos años celebraban el 20º aniversario de la ONG de la Orden, Haren Alde, en esta ocasión se congratulan por los veinte años de la ONG La Esperanza, afincada en Lodosa (Navarra, España). Para la Orden es un motivo de alegría recordar la labor que realiza La Esperanza, así como otras iniciativas sociales que han ido surgiendo en contacto con los agustinos recoletos a lo largo de los años.

Eucaristía en Monteagudo

El acto conmemorativo de los 20 años de trabajo y compromiso tuvo lugar en el convento de Monteagudo, la casa emblemática de los agustinos recoletos, próxima a Lodosa. Hacia allá afluyeron, dispuestos a disfrutar una tarde de hermandad y buenos recuerdos, todos los miembros de la ONG, arropados por muchos colaboradores y simpatizantes, las dos fraternidades de la zona, de Marcilla y Monteagudo, así como religiosos de varias comunidades.

Hubo primero un visionado de vídeo. Desde Filipinas les enviaba su saludo el prior general de la Orden, Miguel Miró, el obispo de Río Branco, Joaquín Pertíñez, y lo propio otro de los obispos recoletos de Brasil, el prelado de Lábrea, Jesús Moraza. A estos saludos y a los de varios misioneros y a las felicitaciones de todos respondió emocionada la presidenta, Corpus Campo, que no tuvo empacho en proclamar que son “una ONG religiosa, al amparo de los agustinos recoletos y fruto de la acción del Espíritu Santo. Todos los asistentes llenaron la iglesia conventual y participaron en una eucaristía presidida por el provincial Javier Jiménez

Lodosa

Esta aventura solidaria dela ONG de Lodosa, empezó en 1994; el día de San José, justamente. Con el nombre del santo Patriarca los agustinos recoletos tenían en esta población un seminario menor del que, a lo largo de varios decenios, habían salido numerosas hornadas de religiosos y misioneros. Un grupo de personas próximas a él, casi todas de la fraternidad seglar, estaba muy sensibilizado a las necesidades de la misión, en concreto Lábrea, en la Amazonia de Brasil. Y decidió echar una mano empleando una fórmula sencilla: reciclar lo superfluo de una sociedad de consumo, para enviar el producto a quien nada tiene. Así nacieron los mercadillos. El primero, en Lodosa, aquel día de San José. Enseguida empezaron a salir a los pueblos del entorno. Luego se hicieron con una furgoneta y fueron ampliando su radio de acción: Zaragoza, Valladolid, Madrid… Al cabo de 20 años, los mercadillos suman 125. Y han recogido muchísimo dinero a base de viajes, esperas, fríos…

Proyectos

En 1996 se inscribieron oficialmente como ONG. De esta forma podían optar a las subvenciones de instituciones públicas y privadas. Para ello abrieron delegaciones en distintos lugares de la geografía española: Pamplona, Chiclana de la Frontera (Cádiz) y Madrid. Los proyectos se fueron multiplicando; han conseguido sacar adelante un total de 69. Y han canalizado alrededor de 1.200.000 €, dirigidos a todo un abanico de objetivos: si primero se habían centrado en la pobreza y educación infantil en Lábrea, luego se han ido abriendo a la vivienda precaria, el abuso sexual, la preservación de la Amazonia, la falta de agua en África etc.

Voluntarios

No son ellos solos. Con el grupo de Lodosa colaboran unos 50 voluntarios que recogen objetos, los limpian y reparan, hacen artesanía, le sirven de contacto o de ayuda en los trámites burocráticos. Una veintena de señoras mayores de 80 y hasta 90 años ocupan su tiempo en labores de aguja a beneficio de Lábrea. Se cuentan por cientos las cajas que, a lo largo de todos estos años, han enviado a Lodosa. En ellas van mantas, bufandas, muñecos, ropa de niño y otras mil cosas de gran aceptación en los mercadillos de La Esperanza.

Llama la atención que, a lo largo de cuatro lustros, La Esperanza haya perseverado. Es un fenómeno raro en una asociación reducida y sin ánimo de lucro, y más tratándose de sencillas amas de casa con otras mil ocupaciones y preocupaciones. Corpus Campo, su presidenta, tiene la explicación: “Es necesario un apoyo de fe, unas raíces profundas que aseguren la permanencia y la resistencia frente a la desilusión y el cansancio”. Esperamos que esas raíces sean lo suficientemente profundas como para continuar en la brecha muchos años más.

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