El Cardenal João Braz de Aviz, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, celebró el pasado lunes 17 de octubre la eucaristía en la residencia de la Via di Monte Cucco, a las afueras de Roma, donde se está desarrollando el LV Capítulo General. En su homilía quiso dirigirse a los frailes recordando ciertos problemas que se presentan hoy en día para los consagrados y animando a los presentes a «vivir la vida de Cristo, no otra vida que ya hemos dejado atrás».
Las palabras durante la homilía del Cardenal Joao Braz de Aviz, resonaron en el corazón de los capitulares recordándoles muchos de los temas que, desde hace meses, se vienen debatiendo en los trabajos y consultas previas al Capítulo General.
“La condición de discípulo -señalaba el Cardenal Braz- es central para los consagrados.” “Lo que identifica al discípulo de Jesús es el testimonio que da de la persona de Jesús.” Y es ahí donde la letra de las Constituciones de la Orden, la teoría muchas veces asimilada de una forma intelectual, debe pasar a hacerse vida, y vida fecunda.
“Los consagrados, que dejamos todo nuestro pasado atrás, con el tiempo tenemos el peligro de comenzar a
apropiarnos de las cosas de Dios. De ese modo, nuestro corazón se vuelve perverso de nuevo. No deja trasparentar esa luz para que el Evangelio conduzca la vida adelante.” “Los consagrados estamos llamados a vivir la vida de Cristo, no otra vida que ya hemos dejado atrás.” “En nuestras vidas hay un poco de Evangelio y un poco de cultura, una mezcla difícil de conciliar.”
Otro de los temas destacados en la homilía fue la importancia de la comunidad: “Los consagrados estamos llamados a ser discípulos desde la comunidad.” Sólo desde la comunidad todo cobra sentido.
El Cardenal Braz destacó, también, que “uno de los problemas grandes de nuestra conversión es el del dinero, poseer los bienes. Muchas veces confiamos más en las cuentas del banco que en la Providencia de Dios. No todo es calculado con los criterios del Evangelio.”
Anunció un próximo para el mes de noviembre, organizado por la la CIVCSVA que profundizará en el aspecto profesional del tratamiento de los bienes y en los criterios evangélicos sobre el uso de los bienes. “Es un tema -señalaba- que debemos retomar con más profundidad”.
No obstante, el Cardenal Braz destacaba un vía de esperanza: “En este momento se ha encendido una luz de esperanza para los carismas históricos. Tal vez motivado por el Año de la Vida Consagrada y la necesariacardenal_braz_de_aviz_05revisión de nuestros carismas que se está realizando. Hay que continuar en este camino. Pero lo más necesario es el enamoramiento del Señor. Esa mirada que el Señor ha hecho un día y que alcanzó nuestro corazón. Debe mantenerse viva, no puede desaparecer. Es algo que debemos confrontar en nuestra vida siempre: ahí está la fuerza y la belleza, la alegría, la capacidad de vencer los problemas” . “El Evangelio -continuó- no nos engaña, pero la dificultad es que a veces nosotros fuimos colocados por el Señor en un camino de promesas. El peligro es que nosotros permanezcamos en un estado de mediocridad: nos guiamos por las costumbres o por la herencia recibida del pasado. Hace falta esa limpieza del testimonio. De ahí la importancia de la conversión del corazón”.
Resumiendo las grandes conclusiones del Año de la Vida Consagrada, señaló tres puntos que ponen en evidencia hoy la vida consagrada:
En primer lugar, la necesidad de “creer en la vida fraterna y encontrar razones más profundas para motivar este camino fraterno. Cuando nosotros en la vida en comunidad empezamos a defender demasiado nuestro modo individual de vivir, esto con el tiempo generará dificultades, personalmente y comunitariamente. Peor aún: hoy una espiritualidad individual no es capaz de encender una luz que haga al otro comprender que el camino de Jesús es bueno. Hay que hacer de la vida en comunidad esa luz. Eso es lo que Jesús puede ser aceptado por la luz del mundo.”
“Por ello no podemos parar en mitad de las dificultades que tenemos. Hay que recuperar la relación con la comunidad como algo fundamental. Debemos tener el coraje de no ir a la Eucaristía si no estamos unidos. Es necesario confrontarse con el hermano, es necesaria esa maduración.”