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“Hambre cero en Panamá”, un sueño agustino recoleto

Panamá, dice la FAO, tiene casi 400 mil hambrientos, lo que significa que un diez por ciento de su población vive en precariedad e inseguridad alimentaria. Frente a este dato, otro no menos vergonzoso, diariamente desde los mercados de abastos se arrojan a la basura alimentos que saciarían el hambre de 800 mil.

Estos datos aparecidos en un reportaje de un matutino local despertaron la conciencia de un grupo de feligreses de la Parroquia San Lucas Evangelista, atendida por los agustinos recoletos de Costa del Este, en la capital Istmeña.

Su planteamiento fue muy simple. Si Panamá tiene 400 mil hambrientos y desecha alimentos que resolverían la precariedad alimentaria del doble de personas, no hay ninguna razón para que en esta país no haya “hambre cero”.

Conseguir que buena parte de esos alimentos desechables fueran acercados a las mesas de los hambrientos ayudaría a resolver el problema. “¿En verdad queremos hacer algo para que la situación de pobreza en Panamá cambie? La solución es crear un Banco de Alimentos, dijeron este pequeño grupo de parroquianos.

Ocurre que Este país istmeño era el único en América Latina que no disponía de esta herramienta que está siendo en la actualidad las más eficaz para reducir el hambre en el mundo. La Red Mundial de Bancos de Alimentos, con sede en Chicago, agrupa a más de 2600 entidades que luchan contra la precariedad e insuficiencia alimentaria en el mundo.

Creyeron en el proyecto

Se buscaron socios fundadores que creyeran en el proyecto de una banco de alimentos local y que lo apoyaran con sus recursos. Se buscaban 10 socios fundadores que creyeran en el proyecto y ofrecieran el capital inicial. Fueron 18 los que se animaron y se pusieron a soñar con el grupo.

Todo comenzó a caminar en octubre del 2014. Los primeros pasos fueron difíciles. Panamá era, junto con Belice y Guyana, el único país de América que no tenía banco de alimentos. Y tampoco tenía una cultura favorable a la donación. Hubo que elaborar de urgencia una ley que facilitara las donaciones de alimentos y se aprobara en el Asamblea Nacional.

Dos años después

Veintiséis meses después de aquel 15 de octubre del 2014, el Banco de Alimentos Panamá ha distribuido tres millones trescientos nueve mil platos de comida a los panameños y panameñas hambrientos y se han distribuido mil ciento treinta toneladas de alimentos con las que se ha llegado a más de cuarenta y dos mil personas con precariedad alimentaria a través de ciento noventa y tres organizaciones que tienen programas de ayuda alimentaria en el país, lo que representa una reducción del hambre, siempre de acuerdo a los datos de la FAO, de alrededor de un 11 por ciento.

A este proyecto se ha sumado la comunidad judía de Costa del Este, con la que la parroquia ha abierto un amplio espacio de confraternidad y colaboración. Ellos donan un tercio de los 8 mil litros que cada mes el BAP consumo en el programa “Desayunos para mejores días”. El primer alimento del día lo reciben 1600 niños en edad escolar; de ellos 1200 son niños indígenas de nuestra Misión de Bocas del Toro.

La buena gestión y el crecimiento de sus operaciones han despertado el interés de los responsables de la Red Mundial de Bancos de Alimentos que han escogido el BAP como el segundo lugar del mundo para aplicar un nuevo sistema de gestión de los inventarios de bodega, empezado aplicar en los primeros días de este año. Este nuevo sistema de gestión de los inventarios se espera represente un aumento de un 30 por ciento en la distribución de comida. El primer banco en poner en marcha este nuevo sistema de gestión ha sido el Hong Kong, que comenzó en julio del pasado año.

El BAP es sin duda uno de los programas sociales más emblemáticos y significativos en nuestros ministerios agustinos recoletos, aunque no sea grandemente conocido. Lo cierto es que habiendo reducido un 11 por ciento el hambre en Panamá en apenas dos años el sueño del “hambre cero” no queda tan lejos en esta tierra istmeña.

 

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