Octavo documento del Programa de Formación Permanente de 2017. Autor: Juan Pablo Martínez Peláez – Colegio Internacional San Ildefonso y Santo Tomás de Villanueva, Roma
La santidad es el don más grande de Dios a su pueblo, mediante el cual lo constituye en el pueblo elegido de su propiedad; en el mayor tesoro, el reino de sacerdotes y la nación santa. (…) La liturgia, fuente y cumbre de la vida de la Iglesia, es en sí misma santificante en razón del sacerdocio común de los fieles, de la participación en el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo y en la comunión de fe y gracia que se establece entre todos los miembros de la Iglesia. (…) La liturgia es, entonces, manifestación viva y eficaz de la santidad de Dios, porque “la vida de Dios está en Cristo; la vida de Cristo está en los pastores de la Iglesia; estos la realizan en los fieles, transmitiéndola por medio de los actos litúrgicos sacramentales, invocándola asiduamente con la fuerza intercesora de sus plegarias, disponiendo los fieles a recibirla o aumentarla mediante los sentimientos de fe, caridad, contrición, que sugiere la liturgia”.