María Sun Shen realizó su profesión solemne como Misionera Agustino Recoleta junto a su madre, que actualmente realiza su etapa de noviciado como Monja Agustina Recoleta de clausura. Decidió decir el sí definitivo a Cristo junto a su madre en el Convento de Vitigudino (Salamanca). En apenas diez años, María, su madre y sus hermanos han experimentado un proceso vocacional que les ha llevado de no tener fe a consagrarse a Cristo al completo
En 2007, María Sun Shen vivía en Pekín. Siendo una joven china, estaba alejada de Dios pues desconocía que tenía fe, pese a que en su interior la buscaba. El domingo pasado, más de diez años después, María realizó su profesión solemne como misionera agustina recoleta, entregándose de este modo al completo a Dios.
Esta joven decidió decir el sí definitivo a su vocación en el convento de Santo Toribio de Liébana de las Monjas Agustinas Recoletas en Vitigudino (Salamanca). Allí se encuentra su madre, novicia agustina recoleta. Y es que Dios llamó a María a ser misionera agustina recoleta y también llamó a su madre a ser monja contemplativa, una vez completó la educación de sus hijos y tras fallecer su marido.
La celebración del pasado domingo fue especialmente emotiva, por la importancia que tiene que una joven decida seguir a Cristo definitivamente y porque junto a ella estaba su madre, acompañándola y apoyándola al entregar su vida al Señor como ella también hizo. La alegría invadió a María Sun Shen por dar el gran paso junto su madre. «Sentí mucha paz y tranquilidad junto a ella, no importaba la fiesta porque mi madre estaba conmigo».
Quería que su madre estuviera con ella en esta celebración tan importante. Por ello, preguntó a la Congregación si podía celebrar su consagración definitiva en el convento de clausura de las Monjas Agustinas Recoletas de Vitigudino, donde su madre se encuentra y de donde no puede salir por su vocación contemplativa. La respuesta fue afirmativa.
María realizó su compromiso definitivo como misionera agustina recoleta profesa solemne poniendo su vida, vocación y misión en manos de su Congregación, representada por la superiora general, Nieves Mari Castro. Las Misioneras Agustinas Recoletos la recibieron con un gran abrazo.
Especialmente emotivo fue el momento de las ofrendas. Su madre, futura agustina recoleta contemplativa, presentó a su hija como la mejor ofrenda que podía realizar a Dios. «Estoy muy agradecida porque la gente estaba muy emocionada», dice.
Una familia consagrada al completo a Dios
En su familia no solo María y su madre decidieron seguir a Cristo. El resto también ha tenido vocación agustino recoleta. Sus tres hermanas están dentro de la Congregación de las Misioneras Agustinas Recoletas -una de ellas, de manera definitiva también- y su hermano se encuentra actualmente en el Postulantado San Pío X de Ciudad de México, próximo a ingresar en el noviciado de la Orden de Agustinos Recoletos.
No obstante, su tercera hermana, su madre y ella sí fueron las primeras de la familia en bautizarse. Fue el 1 de julio de 2007. La familia vivía en Pekín, sin tener ningún contacto con Dios. «Antes no creía en nada, tenía miedo porque lo veía todo oscuro», afirma. No obstante, sentía que necesitaba la fe.
En la Iglesia, María encontró lo que buscaba. «Siento la Iglesia como una familia de almas. Los sacerdotes son mis padres y las misioneras agustinas recoletas mis hermanas».
Empezaron a tener contacto con la Iglesia Católica en Caoxia, de la mano de una mujer mayor. Esta señora y su familia son los únicos cristianos de una población de 3.000 personas.
«El Señor está conmigo en mi corazón»
Una vez que fue bautizada, sintió lo que Dios quería de ella. «La llamada del Señor es muy fuerte». En este momento, cuando explica esto, se calla. No encuentra palabras. «No se puede explicar», sentencia.
El domingo, en la celebración de su profesión solemne, María sintió muy cerca a Dios. «Sentí la fuerza del Señor, sus brazos me agarraban fuertemente». El periplo vocacional que ha recorrido, desde su bautismo hasta su entrega absoluta a Dios, ha sido un camino largo y complejo.
Dejó China, pese a la negativa de su padre ya que dejaba consigo su trabajo. Siguió las huellas de Cristo hasta España, donde ingresó en la casa de formación de las Misioneras Agustinas Recoletas. ¿Qué sintió entonces? «Me sentí muy alegre».
Entre medias, su madre decidió continuar su vida en la clausura del convento, con las Monjas Agustinas Recoletas, dedicándose a la oración continua. «Sufrí cuando mi madre entró en el convento, sentía como que la perdía».
Pero no la perdió. En ningún momento dejó de rezar por las vocaciones de sus hijos, hasta acompañar a su hija María en el momento de su entrega a Dios. Con un futuro que pone en manos del Señor y con una felicidad llena, María dice riendo: «El Señor está conmigo en mi corazón».