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Jóvenes y Evangelización: diálogo con el Cardenal Lacunza

Su vida apenas ha cambiado tres años después de que el papa Francisco le nombrara primer Cardenal de Panamá. El día a día de José Luis Lacunza Maestrojuán (74 años), fraile agustino recoleto, sigue siendo el mismo. Así lo asegura: continúa viviendo su vocación agustino recoleta de la misma forma que lo hacía cuando vivía en comunidad con el resto de hermanos y cuando era simplemente obispo.

Comienza a las 5. Tras rezar el oficio, celebra la Misa que retransmite diariamente Radio Católica. A las 8.30 empieza su jornada en la oficina desde la que administra la Diócesis de David. Al mediodía dedica media hora en la capilla a rezar la hora intermedia y realizar un rato de lectura espiritual. Por la tarde, tras atender la oficina, regresa a la capilla para rezar las Vísperas, el Rosario y meditar tranquilamente.

Su vida cotidiana ha cambiado en compromisos –ahora tiene más eventos que atender- y en responsabilidad. Sobre él recae el gran encuentro que reunirá a los jóvenes cristianos de todo el mundo en torno al Papa en 2019 y que se celebrará en Panamá. La Jornada Mundial de la Juventud es el horizonte más inmediato de la Iglesia cuyo primer cardenal es Lacunza.

Aún queda un año aunque para él es poco. “Estamos trabajando en ello a fin de que sea un evento eclesial que lleve a los jóvenes al encuentro con Cristo”, afirma. Es el objetivo marcado, aunque además admite que traerá aspectos muy positivos para la economía del país.

El trabajo de Lacunza y de toda la Iglesia panameña se centra ahora mismo en la acogida de los peregrinos: “Estamos motivando a los feligreses a abrir sus hogares y sus corazones a los jóvenes que decidan hospedarse en cada una de las Diócesis”.

La JMJ es un reto para él, para Panamá pero para toda la Iglesia. Los jóvenes no enganchan con la Iglesia, salen repudiados de todo lo que suena a Dios. “Algo hacemos por acercarnos a los jóvenes, aunque en su gran mayoría no se incorporan a Iglesia: aguantan hasta la Confirmación y luego desaparecen”, dice con pesar. Ahí está la meta que el Cardenal de Panamá espera que se alcance con la JMJ. “Confío –dice- en que la celebración de este encuentro traiga consigo un despertar de la Pastoral Juvenil y de la Pastoral Vocacional”.

Antes, la Iglesia tendrá otro estímulo para renovar su relación con los jóvenes. “El Sínodo de los Jóvenes será una buena oportunidad para poner en primer plano la realidad y las exigencias de los jóvenes”, indica. La juventud cristiana tiene “la primera palabra y fundamental” en este encuentro, asevera el Cardenal.

Más que los jóvenes, Lacunza opina que la Iglesia tiene otras necesidades. “El gran reto de la Iglesia es asumir su dimensión misionera, no como eventos periódicos sino como componente esencial de su ser”, dice. En la Iglesia del siglo XXI en la que el cardenal de Panamá reza los oficios de los santos agustinos recoletos en su móvil, la evangelización sigue siendo el principal objetivo, enraizado en el carisma propio. “Es la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda, como decía el beato Pablo VI”. Y continúa: “Necesitamos ‘oler a oveja’, como dice Francisco. Sin ínfulas, aspiraciones carreristas ni peseteros. Así alcanzaremos una Iglesia abierta, cercana, acogedora y misericordiosa”, explica Lacunza.

No es un reto que incumbe solamente a los religiosos. Falta, y lo corrobora en la Iglesia de Panamá, “compromiso laical para asumir la transformación de la sociedad como parte integral de su compromiso de fe”. Son los laicos los que deben emprender el cambio en la vida social, ellos que están en medio del mundo. A todo esto se suma la escasez de vocaciones que para el cardenal agustino recoleto es la principal necesidad de la Iglesia.

La explicación a todo esto está en la base, en la labor pastoral que realizan los sacerdotes desde sus ministerios. “Tenemos que revertir la tendencia de tener cristianos por tradición o rutina en cristianos por convicción”. Como en la vida religiosa, cree que se necesita una formación permanente.

Aunque ahora sea cardenal, José Luis Lacunza no deja de ser agustino recoleto. “No afecta nada; me afectó más cuando era obispo, porque me sacó de la vida ordinaria de la comunidad”. Asegura que está al tanto de las noticias de la Orden a través de todos los medios.

Desde su lugar en la diócesis, busca hacer su vida en comunidad. Los domingos, después de celebrar la misa en la Catedral –para él, compromiso ineludible-, trata de visitar y comer con los hermanos de la Parroquia de la Sagrada Familia, en David. “Siempre que voy me reciben con los brazos abiertos”.

Asimismo, en la capital panameña siempre tiene una habitación preparada en el Colegio San Agustín. Habitación que utiliza cada vez que acude a las reuniones de la Conferencia Episcopal Panameña, de la que es Secretario General.

Por cierto: José Luis Lacunza lleva casi siempre el hábito agustino recoleto, negro o blanco, debajo de la ‘filetata’ negra y roja de cardenal.

Carlos Santana – Director de comunicación Agustinos Recoletos

Artículo publicado en el Anuario OAR 2017

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