La comunión no es una actitud o una forma de actuar. Es una espiritualidad que el creyente decide seguir. Sobre esto trata el segundo artículo del programa de Formación Permanente 2019, escrito por el agustino recoleto Wilmer Moyetones
Vivir en comunión no pertenece tanto al orden psíquico como al espiritual. «Desde hace algún tiempo, existe la preocupación en la Iglesia, y en la vida consagrada en particular, de vivir una vida cristiana con profunda espiritualidad». Sobre la comunión y su sentido espiritual trata el segundo artículo del programa de Formación Permanente 2019, escrito por el agustino recoleto Wilmer Moyetones.
El documento sigue la línea de la temática ‘Creadores de comunión’ del programa de Formación Permanente para este año. En este artículo se aborda este asunto desde el punto de vista espiritual. «Tenemos que poner en marcha, como fundamento, una espiritualidad de comunión en todas nuestras comunidades», dice al comienzo.
El artículo se divide en tres partes. En la primera, el autor realiza una aproximación desde el fundamento teológico. Para ello se basa en la importancia de la unidad dentro de la diversidad -«Dios nos ha inculcado lo agradable que es vivir en unidad o en comunión; es más, el Padre creó al hombre para asociarlo a su comunión divina», dice- y de permitir ser moldeables a la acción de Dios y de los que nos rodean.
La segunda parte analiza lo que el Espíritu le dice a las comunidades del Apocalipsis. Para ello, explica la Iglesia de Éfeso, de Esmirna, de Pérgamo, de Tiatira, de Sardes, de Filadelfia y de Laodicea.
Concluye hablando de la necesidad de conocerse entre los religiosos para crear la espiritualidad de la comunión. «Hemos venido a la vida religiosa a encontrarnos, no a perdernos, a pesar de los encontronazos casuales que tengamos con los hermanos», dice.