¿Tiene sentido que la Iglesia esté presente en el mundo de la educación? El agustino recoleto Antonio Carrón reflexiona sobre la labor de los centros educativos católicos en el contexto actual
Según los datos del Anuario estadístico de la Iglesia Católica, hay 73.580 escuelas maternas con 7.043.634 alumnos; 96.283 escuelas primarias con 33.516.860 alumnos; 46.339 escuelas secundarias con 19.760.924 alumnos; 2.477.636 en escuelas superiores y 2.719.643 estudiantes universitarios. En total, más de 65 millones de alumnos en centros educativos católicos en todo el mundo, con otros tantos docentes y personal de administración y servicios también implicados en este proceso.
No dejan de faltar voces críticas sobre la presencia de la Iglesia en el mundo de la educación. Unos hablan de adoctrinamiento, otros de usurpación de puestos de trabajo e, incluso, de enriquecimiento. Sin entrar a valorar estas críticas, normalmente injustificadas, sí es necesario centrar el debate en el tema de fondo: ¿cuál es la razón fundamental de la presencia de la Iglesia en el mundo de la educación? O, mejor: ¿cuál es la misión de la Iglesia en el mundo de la educación? La respuesta no ofrece ninguna duda: el objetivo de la presencia de la Iglesia en el mundo de la educación es evangelizar. Y éste es, precisamente, el criterio que nos puede ayudar a discernir cuándo la acción educativa de la Iglesia está bien orientada y cuándo no. Para la Iglesia educar no puede consistir sólo transmitir conocimientos. Si nos quedáramos en eso, sí podrían llegar a tener cabida algunos de esos planteamientos críticos. Pero la esencia de la misión de la Iglesia es la evangelización y, entre otros, uno de los medios de los que se sirve es la presencia en el mundo de la educación. Y evangelización en sentido amplio: educación formal y educación no formal, formación integral de la persona y transmisión de los valores universales de amor y solidaridad que se fundamentan en el Evangelio. La educación católica es mucho más que aprendizaje: implica educar la mente, las manos y el corazón.
En el encuentro que el Papa Francisco mantuvo en Roma con los líderes europeos les recordaba que la Unión Europea “corre el riesgo de morir” sin ideales. “Europa vuelve a encontrar esperanza cuando se abre al futuro. Cuando se abre a los jóvenes, ofreciéndoles perspectivas serias de educación”. El mundo de la educación es, a día de hoy, una de las principales plataformas de desarrollo de la humanidad y en el origen de la civilización europea se encuentra el cristianismo. Los valores cristianos son válidos para el diálogo intercultural y el desarrollo integral de la persona. Es, por ello, que la presencia de la Iglesia en la educación, como una propuesta integradora y constructiva, está plenamente justificada.
Por otro lado, habría que entrar en el amplio debate sobre la libertad de las familias para escoger la educación de sus hijos. Si los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos y quieren contar con la ayuda de una centro educativo que les transmita los valores cristianos, ¿por qué tantos obstáculos a algo tan fundamental?
La educación católica –en palabras del Papa Francisco– es uno de los retos más importantes de la Iglesia que trabaja hoy para llevar a cabo la nueva evangelización en un contexto histórico y cultural en constante transformación y necesitado de altos ideales. Por otro lado, no se puede hablar de educación católica sin hablar de humanidad porque, precisamente, la identidad católica es que Dios se ha hecho hombre. Tal y como ya dijeran los clásicos: “nada de lo humano me es ajeno”.
El mayor riesgo de la educación cristiana, y también de cualquier otra obra eclesial, es cerrarse a la trascendencia, convertirnos en especialistas, en administradores, en directivos, seguramente muy buenos, profesionales al frente de instituciones reconocidas socialmente… pero si dejamos de lado el plano fundamental de la trascendencia… todo pierde sentido.
No son pocos los obispos que prefieren impulsar antes un colegio evangelizador que una parroquia en retaguardia. La Iglesia y la sociedad se juegan mucho en el mundo de la educación. Nuestro objetivo es el mismo: unamos esfuerzos por el bien de todos.