Sin categorĆ­a

Nacidos para Dios

El arzobispo agustino recoleto deĀ Los Altos, Quetzaltenango ā€“ TotonicapĆ”n (Guatemala), Mons. Mario Alberto Molina, reflexiona sobre la Palabra de Dios de este domingo 21 de julio

El relato evangĆ©lico de hoy es exclusivo de san Lucas. Solo Ć©l nos cuenta este episodio. JesĆŗs sigue su camino hacia JerusalĆ©n, y un dĆ­a se hospeda en casa de unas hermanas, Marta y MarĆ­a. Este par de hermanas tambiĆ©n son conocidas en el evangelio segĆŗn san Juan. Las diferencias principales son dos. En el evangelio segĆŗn san Juan, las hermanas viven muy cerca de JerusalĆ©n, y aquĆ­ parece que JesĆŗs todavĆ­a debe caminar un tramo largo hasta llegar a la ciudad santa. La otra diferencia es que en san Juan, Marta y MarĆ­a tienen un hermano, LĆ”zaro, que en este relato no aparece. Por otra parte, los dos relatos son muy diferentes en contenido y ningĆŗn relato hace la menor alusiĆ³n al otro. En ambos casos, parece que JesĆŗs es amigo de la casa.

En el relato que se nos ofrece hoy para la reflexiĆ³n, Marta parece ser la que administra la casa. Una mujer, llamada Marta, lo recibiĆ³ en su casa. Es cosa de ella sola. Pero enseguida nos enteramos de que Marta tiene una hermana, llamada MarĆ­a. Desde el primer momento de la llegada de JesĆŗs, MarĆ­a adopta la actitud y la postura fĆ­sica del discĆ­pulo. Se sienta a los pies de JesĆŗs y escucha su palabra. Marta, por su parte se ocupa de todo el servicio de la casa y hasta se queja con JesĆŗs de que MarĆ­a la haya dejado sola y tiene la osadĆ­a de pedirle a JesĆŗs que le diga que se levante y se ponga a trabajar. Era como decirle a JesĆŗs: ā€œMira, hay mucho que hacer, y ahĆ­ estĆ” mi hermana perdiendo el tiempo escuchĆ”ndote, cuando yo la necesito para que me ayude a preparar las cosas que sĆ­ cuentan y se ven para atenderte bien a ti y a tus discĆ­pulosā€. La respuesta de JesĆŗs es el corazĆ³n de la enseƱanza de este pasaje: Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas, cuando en realidad una sola es necesaria. MarĆ­a no ā€œpierde el tiempoā€ escuchando a JesĆŗs. Todas las ocupaciones y faenas en torno a las necesidades temporales, incluso atender a JesĆŗs para que se sienta bien servido y acogido, son preocupaciones secundarias en relaciĆ³n con lo Ćŗnico importante que hay: escuchar la palabra de JesĆŗs y ponerla en el corazĆ³n.

Uno podrĆ­a comparar este pasaje con otras palabras de JesĆŗs que van en la misma direcciĆ³n. Por ejemplo, mĆ”s adelante en este mismo evangelio, JesĆŗs va a enseƱar: No se inquieten pensando quĆ© van a comer para poder vivir, ni con quĆ© vestido cubrirĆ”n su cuerpo. Porque la vida es mĆ”s importante que el alimento, y el cuerpo mĆ”s que el vestido. Ustedes no se inquieten buscando quĆ© comerĆ”n o quĆ© beberĆ”n. Por todo eso se inquieta la gente del mundo, pero su Padre ya sabe lo que necesitan. Busquen mĆ”s bien su reino, y Ć©l les darĆ” lo demĆ”s (Lc 12, 22-23.29-31). Ahora, ĀæcĆ³mo es posible no preocuparse o incluso descuidar la comida y el vestido, es decir, la atenciĆ³n a las necesidades primarias de la vida para escuchar la Palabra de JesĆŗs? ĀæNo se nos acusarĆ­a no solo de haraganes, sino tambiĆ©n de indolentes ante las necesidades de los demĆ”s? ĀæNo habrĆ­a que buscar un modo de acomodar la urgencia de ocuparse de las necesidades temporales con la dedicaciĆ³n a la escucha de la Palabra de Dios? En la prĆ”ctica de la vida cristiana, siempre ha habidoĀ personas que se dedican por entero a la meditaciĆ³n de la Palabra de Dios y a la oraciĆ³n. Pero esas personas tambiĆ©n han tenido que dedicar tiempo para trabajar y ganarse el pan. El fundador del monaquismo, san Benito, puso como consigna a sus monjes el lema ā€œora y trabajaā€. La prĆ”ctica nos da un criterio para entender la palabra de JesĆŗs.

En realidad, no se trata de alternativas: o me dedico a trabajar o me dedico a orar. La palabra de JesĆŗs a Marta tiene otro alcance y responde a otra pregunta: Āæpara quĆ© vivimos? ĀæEs el trabajo y la preocupaciĆ³n por satisfacer las necesidades de este mundo lo mĆ”s importante, lo Ćŗnico importante? ĀæNacimos solo para trabajar? ĀæSe agota el sentido de la vida en ganarse el pan? ĀæCuĆ”l es la necesidad verdaderamente importante y el fin que debe guiar nuestra vida? JesĆŗs con su enseƱanza nos orienta para poner orden y prioridades en nuestra vida. Hay necesidades mĆ”s importantes que las primarias corporales de comer y vestirse. Hemos nacido y vivimos para Dios; alcanzamos la recta actitud en la vida cuando nuestro propĆ³sito se encamina a Dios: a escuchar la Palabra de JesĆŗs su Hijo, a conversar con Ć©l en la oraciĆ³n. Descubrimos la verdadera consistencia en la vida cuando sabemos que lo Ćŗnico importante es JesĆŗs y el Reino de Dios. Esa es la perla que merece la pena que uno venda todo para adquirirla; ese es el tesoro enterrado en un campo que merece que sacrifiquemos todos los otros bienes para adquirir el campo y poseerlo (cf. Mt 13,44-46). MarĆ­a ha elegido la mejor parte, y nadie se la quitarĆ”.

Cuando JesĆŗs dice no se inquieten pensando quĆ© van a comer para poder vivir, ni con quĆ© vestido cubrirĆ”n su cuerpo, o cuando le reprocha a Marta que anda inquieta y preocupada por muchas cosas, cuando en realidad una sola es necesaria, no estĆ” invitando a la holgazanerĆ­a ni a vivir de limosna. EstĆ” invitando con urgencia a abrir el horizonte de nuestras referencias fundamentales a Dios y su Palabra. La existencia humana no se acaba y agota en el cĆ­rculo de las necesidades temporales, sino que nuestra plena realizaciĆ³n comienza a darse cuando lanzamos la mirada hasta el cielo.

Vivimos en una cultura que cada vez mĆ”s se cierra en sĆ­ misma y considera real solo las cosas y los acontecimientos que se dan en este tiempo y en este mundo. JesĆŗs nos invita a alzar la mirada mĆ”s allĆ”, a trascender el horizonte de lo temporal y mundano para anclar nuestra existencia en la eternidad de Dios. Eso no significa descuidar las cosas de este mundo; eso significa saber ordenar nuestra vida para orientarla hacia las realidades que le dan consistencia. Y esto se aplica no solo en el Ć”mbito de lo personal, sino tambiĆ©n de lo pastoral. Hacer que la preocupaciĆ³n por solucionar las desigualdades e injusticias de nuestra sociedad sea el eje de la pastoral de la Iglesia desfigura el evangelio y deja insatisfecho el deseo del corazĆ³n humano de encontrar sentido y plenitud. La acciĆ³n evangelizadora de la Iglesia alcanza su meta cuando anunciamos, incluso a los mĆ”s necesitados de comida, vestido, salud y vivienda, que la necesidad suprema es Dios. La caridad socorre ambas necesidades, no solo las visibles. Una sociedad que ha encontrado sentido de vida en Dios se esforzarĆ”, en consecuencia, en ser mĆ”s justa e incluyente. Eso enseƱa JesĆŗs hoy.

Mons. Mario Alberto Molina OAR
Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango ā€“ TotonicapĆ”n (Guatemala)

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