El obispo agustino recoleto, Mons. Eusebio Hernández, cumplió en marzo ocho años al frente de la diócesis española de Tarazona. Siguiendo el ejemplo de San Agustín y del Papa Francisco, quiere salir de su despacho, a las ‘periferias existenciales’ y estar junto al pueblo.
Monseñor Eusebio Hernández Sola, agustino recoleto, celebró el pasado julio sus bodas de oro sacerdotales y va camino a cumplir los ocho años como obispo de la Diócesis de Tarazona, Zaragoza, España. Después de prestar sus servicios, por más de tres décadas, en la Congregación para los Institutos de vida consagrada y Sociedades de vida apostólica, en Roma, fue consagrado obispo de Tarazona el día 19 de marzo de 2011. Desde la fecha, viene ejerciendo su servicio pastoral fuera de las oficinas, y en contacto directo con la feligresía de su diócesis.
Mons. Eusebio pretende tener “una iglesia viva, que siempre esté en salida”. Cree que las “oficinas, como lugar físico, permiten trabajar y evangelizar”, pero la misión que ahora le toca como obispo es salir de las oficinas para encontrarse con la gente: “Intento acercarme a la gente, a los movimientos, a los grupos, a las instituciones, a los ayuntamientos”. Considera que quien tiene que dar el ejemplo primero es él, por eso intenta acercarse “a todos los grupos y sectores de la sociedad para mostrar mi interés y que me preocupo por ellos. Como un pastor que tiene que preocuparse por las ovejas”. Este sería el ejemplo que él quiere transmitir y lo que está impulsando.
La labor evangelizadora, en las 140 parroquias que comprenden la diócesis de Tarazona, está impulsada por 88 sacerdotes, comunidades religiosas, seminaristas, catequistas y otras personas que también se unen a ese reto de anunciar el Evangelio. Dentro del grupo de sacerdotes, hay varios que están jubilados, pero “poco más de 60 están en plena actividad y es a ellos a quienes quiero impulsar en llevar adelante la misión evangelizadora”. El obispo de Tarazona también cuenta con los que son jubilados o mayores, pidiéndoles que “con su oración, su actitud y con su participación, en la medida que puedan, apoyen en la labor de evangelización”.
Monseñor cita las palabras de San Pablo que dirige a los Corintios -“ay, de mí si no evangelizo”- para recordar que el compromiso evangelizador es de todos, pero sobre todo de él y de los párrocos. “Este es un grito desgarrador que nos debe acompañar siempre. Hay que pasar de una iglesia de puro mantenimiento a una parroquia evangelizadora. No es un trabajo estático sino dinámico”. En el mes de enero suele hacer la visita pastoral al arciprestazgo y en cada pueblo o parroquia que visita quiere acercar a Dios a todos; visita las residencias de ancianos, visita a los enfermos a sus casas. De esta manera, busca dar vida a una iglesia que esté siempre en salida.
Para mantener vivo el espíritu evangelizador, Monseñor Eusebio se reúne con sus sacerdotes y seminaristas. Un aspecto importante también es la formación permanente, porque “tenemos que enfrentar tantas situaciones nuevas que la sociedad nos va planteando. Entonces, los jóvenes tienen que estar en primera línea para responder a estos desafíos. Por eso, yo les insisto mucho en que hay que formarnos y sobre todo meditar y orar la Palabra de Dios, porque es la que nos ayuda a escrutar y entender los signos de los tiempos”. “Es la Palabra de Dios y los signos de los tiempos los que nos están diciendo qué es lo que Dios quiere de nosotros. Porque ‘no hay tiempo’, como diría San Agustín, ‘no hay tiempo más hermoso, más rico que el que estamos viviendo hoy’. Por eso tenemos que aprovechar este momento”.
Ahora como obispo, considera que el haber trabajado en la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, ha sido “una la experiencia forjada, aunque sea a través de documentos y encuentros, pues me abrió muchos horizontes, muchos campos. Me permitió conocer situaciones muy variadas en diferentes países. Eso me ha ayudado a tener una mente y un corazón abierto”. Todo lo que aprendió en aquel entonces “ahora lo que intento es llevar adelante esas iniciativas, propuestas, llevarlas a la práctica”. Además, considera que el tener al Papa Francisco, que está abriendo nuevos caminos, le invita a “entrar en la dinámica evangelizadora del Papa”. Porque eso es lo que busca en su Diócesis, “reproducir las propuestas que el Papa Francisco viene haciendo a toda la Iglesia”.
Reconoce que la labor de estar al frente una diócesis es fuerte, pero “cuando Dios da una carga, una responsabilidad, da la gracia”, manifiesta. Se considera ser un hombre que confía en la providencia de Dios, y eso también le ha llevado a preguntarse muchas veces: ¿cómo ha sido tan osado de ir a la diócesis de Tarazona sin mayores? “He hecho tantas misiones, encuentros y viajes por el mundo, y siempre confié que era la Iglesia la que me mandaba y que sería ella la que me acompañaría e iluminaría. Y este compromiso de la diócesis lo asumí con mucha libertad, tranquilidad y gozo. Pero es el Señor que siempre me ha ido acompañando”, agrega Mons. Eusebio.
En la pastoral, manifiesta que ha descubierto que “lo más importante, más allá de saber mucho, esquemas y proyectos, es amar a la gente”. Porque considera que “si tú amas a la gente y la gente te ama, cualquier propuesta evangelizadora que les hagas te las van a aceptar”. Pero, “si vas con estructuras frías, difícilmente lo vas a implantar, porque a la gente se llega más con el corazón que con la mente. Luego, lo que llega a la mente tiene que pasar por el corazón, porque si no pasa, difícilmente vas a evangelizar”.
Y al recordar que en julio celebró sus bodas de oro, dice que “Todo es gracia”. Porque “quién podría pensar que cuando entré en el seminario a los 11 años, llegase a cumplir 50 años de sacerdote agustino recoleto, siendo obispo, estando en una diócesis”; es “una cosa inimaginable”. Por eso, agradece a Dios por la llamada a ser agustino recoleto, y cree que es Dios el que le ha ido guiando por los camino de la vida. “Porque el estudiar, estar en Roma, luego aquí (en Tarazona) es un himno, un canto de agradecimiento a Dios”. Recuerda que lo celebraron muy bien ese acontecimiento, tanto con sus sacerdotes en sus diócesis, como con los fieles en la Catedral y en el Convento de Monteagudo con los compañeros de curso como agustino recoleto.
Augusto Uriarte OAR
Este artículo está publicado en el Anuario OAR 2018