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El origen de la devoción a la Virgen de la Consolación

La familia agustiniana celebra el 4 de septiembre la festividad de la Virgen de la Consolación, patrona de la Orden de Agustinos Recoletos. La leyenda de la advocación mariana está relacionada con San Agustín y Santa Mónica. Lo explica el Vicario general, José Ramón Pérez.

El origen de la devoción mariana de la Virgen de la Consolación dentro de la Orden de Agustinos Recoletos surge al mismo tiempo que la propia Orden de San Agustín, entre el siglo XIII y el siglo XIV. Se basa en una leyenda que quizás no tenga un fundamento histórico: supuestamente, la Virgen se apareció a Santa Mónica y San Agustín, y les entregó la correa la correa del hábito agustiniano.

De esta forma, se irá abriendo camino dentro de la familia agustiniana con otras devociones marianas. Seguirá un proceso similar al de muchas de las devociones marianas que están vinculadas a las órdenes religiosas. En la Orden de San Agustín, y posteriormente los Agustinos Recoletos, van surgiendo distintas devociones marianas, pero la que más perdura en la historia, y la que más es enraíza, es la devoción de la de la Virgen de la Consolación, que unifica a todas las distintas ramas de la familia agustiniana.

En la representación de Consolación aparece la Virgen con el niño mostrándolo en sus brazos y, a su vez, entregando la correa del hábito tanto a Santa Mónica como a San Agustín. La misma imagen de la Virgen es suficientemente expresiva, porque María no carga al niño, sino que también lo está entregando, porque el consuelo es consuelo de Dios para la humanidad, pues es Cristo.

De alguna manera, entregar al niño hace ver, para los religiosos y las religiosas agustinas, que tienen la misión de entregar a Cristo a la humanidad. Asimismo, la representación muestra que es la madre la que cuida de Jesús, pero es la madre que sigue cuidando de los discípulos de Jesús, a los que asume también como hijos.

José Ramón Pérez OAR
Vicario general

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