En el séptimo artículo de Formación Permanente 2019, el agustino Juan Carlos Gutiérrez expone la necesidad de que haya comunión en el seno de la familia agustiniana, siguiendo las enseñanzas de San Agustín.
Introducción
El papa Francisco, en la audiencia concedida a los participantes en el 55º Capítulo General de los agustinos recoletos, los exhortaba a que fueran creadores de comunión, respondiendo al carisma que el Espíritu Santo suscitó en san Agustín para la Iglesia y en medio del mundo. Como agustinos somos conscientes de que esta invocación nos exige afrontar una revisión de nuestra vida religiosa y de nuestras tareas, manteniendo con espíritu renovado el sueño del obispo de Hipona de vivir como hermanos con “una sola alma y un solo corazón”, reflejo del ideal de los primeros cristianos y siendo profecía de comunión en la Iglesia y en el mundo.
Para ser conscientes de la implicación y alcance del carisma de comunión que la Iglesia demanda a quienes integran la familia agustiniana, es necesario, en primer lugar, traer a la memoria la iniciativa valiente de renovación que la Iglesia puso en marcha con el Concilio Vaticano II: una eclesiología de comunión que anunciaba una nueva primavera eclesial para despertar a las almas, dando a conocer la Verdad que la Iglesia contiene y ofrece al mundo. Esa Verdad que es Dios mismo.
Esta eclesiología de comunión nos compromete, como veremos, en segundo lugar, a ser signo visible y eficaz de la comunión divina. La comunión es el fruto del amor que Dios ha derramado en nosotros a través del Espíritu que Jesús nos da. Esto es un motivo de júbilo. Así, en tercer lugar, centraremos nuestra mirada en el concepto de comunión, pues nos ofrece un amplio espacio de profunda reflexión teológica sobre el misterio de Dios y de la Iglesia. Este concepto se ancla en el corazón del autoconocimiento de la Iglesia, y suscita en nuestro espíritu agustiniano interrogantes fundamentales acerca de nuestra identidad y misión.
Para san Agustín, el santo propósito de vivir juntos al servicio de Dios y de la Iglesia ha dado una impronta particular a la consagración. Por ello, en cuarto lugar, es importante bucear en su propia experiencia y su inquietante deseo de unidad en la Iglesia. Por último, desde el referente fundamental agustiniano del amor a Dios y al prójimo, Dios nos llama a ser creadores de comunión. Con la esperanza puesta en el Señor, él nos envía a ser portadores de comunión fraterna, fomentando corresponsabilidad y cordialidad, manifestando una verdadera caridad y, por último, siendo misericordiosos. Todo intento de crear un orden social más justo fue una importante inquietud para san Agustín y hoy también para nosotros, en permanente y renovada comunión con Dios, secundando las inquietudes de la Iglesia.
Juan Carlos Gutiérrez Calzada OSA