Las vidas de Juana Tenorio Ramírez y Maria Zélia Rodrigues han estado vinculadas desde sus inicios a la Orden de Agustinos Recoletos, siempre desde el cariño y el afecto de los religiosos.
El Prior general nombró recientemente tres nuevos hermanos generales de la Orden. Junto al Cardenal Baltazar Porras, recibieron este reconocimiento dos mujeres con historias sencillas pero llenas de amor y cariño. Juana Tenorio Ramírez y Maria Zélia Rodrigues están muy vinculadas a dos comunidades de agustinos recoletos en Perú y Brasil.
Sin hacer nada extraordinario, desde lo ordinario de cada día, sus vidas han quedado unidas a las de muchos religiosos que las consideran parte de la Orden. Sin ser religiosas, aman la Orden y la contagian con su fraternidad.
Alegre y servicial en la enfermedad
Juana Tenorio Ramírez lleva más de 30 años sirviendo como responsable de limpieza en la en la comunidad de Santa Rita de Casia, de Miraflores, en Lima. Con 19 años comenzó las labores que aún hoy sigue llevando adelante. El trabajo cotidiano es para ella una entrega desinteresada hacia los religiosos. Aunque tiene su horario y su sueldo por su trabajo, como es de justicia, ella nunca los ha considerado como limitante para estar junto a los agustinos recoletos, siempre amable, respetuosa y humilde.
Su historia es aun más heroica desde 2005. Desde entonces padece un cáncer casi terminal, que inicialmente afectaba al seno y que ya ha generado metástasis en varias partes de su cuerpo. Sin embargo, aunque sigue en proceso de quimioterapia tras tres intervenciones, Juana quiere seguir la rutina de su trabajo y continuar junto a los agustinos recoletos.
Los religiosos que viven en la comunidad afirman que siempre tiene una sonrisa y que raras veces se la ve triste. Aunque actualmente se encuentra sin cabello y está muy debilitada, su vitalidad sigue intacta. Como reconocimiento a su situación, pero sobre por el enorme apego de los religiosos a Juana, el Prior general admitió la petición para nombrarla hermana general como un bonito regalo por toda una vida de servicio y amor.
La ‘tía Zélia’ de Capelinha
Maria Zélia Rodrigues Carrijo recuerda la Casa de Formación Nuestra Señora de Aparecida, en Franca (Sao Paolo, Brasil) cuando era Capelinha (como se le conoce actualmente) y se reducía a una pequeña capilla. Vio cómo se construía el convento y las grandes torres del nuevo templo. Toda su vida ha sido bienhechora desinteresada de la comunidad religiosa que allí habita.
Es tal el cariño que le demuestra a los frailes, que todos la conocen como la ‘tía Zélia’, aunque más que una tía, siempre ha sido una madre para todos. En la enfermedad, porque ha cuidado de los religiosos que se encontraban mal y les ha proporcionado remedios para hacer más llevaderos los malos momentos; y en el día a día, mostrando su cariño y preocupándose por la vida de todos los jóvenes que se encuentran en formación y los agustinos recoletos que viven en esta comunidad.
Para ella, “Capelinha es mi segunda familia”. Los religiosos son sus “hijos frailes”. Muchos de ellos incluso han acudido a su casa en sus ratos libres para estar con la que consideran su “segunda madre” y para escuchar sus consejos. A todos les dice que en la comunidad tiene que haber “unión y amor” y nadie puede sentirse excluido. A los formadores de la casa les pide que “entiendan a cada uno de los formandos; cada uno trae una historia diferente”. A todos les indica que deben vivir con un “corazón humano”.
Su vida, como la Juana Tenorio, ha estado vinculada desde sus inicios a los Agustinos Recoletos. Por su cariño y afecto desmedido a los religiosos, la Orden les ha concedido el reconocimiento de hermanas generales, otorgado a “aquellos fieles que se distingan como insignes bienhechores de la comunidad”, según se indica en las Constituciones de la Orden de Agustinos Recoletos.