Una palabra amiga

Hombre y mujer los creó

Una eco-lectura del relato de la creación de Gn 1,26-27.

El cuidado de la casa común, tal como lo ha pedido el papa Francisco, debe comenzar por el cuidado del hombre y de su vida. El relato de la creación del libro de Génesis es un ejemplo oportuno para que entendamos aquello de san Pablo cuando nos dice que la creación entera gime con dolores de parto (cf. Rm 8,22). Nos disponemos entonces a leer este texto a la luz de la tradición judía:

26 Dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra; que manden en los peces del mar y en las aves del cielo, en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la tierra.
27 Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya,
a imagen de Dios lo creó,
macho y hembra los creó[1].

La creación del hombre está unida a la tierra: Adam (’ādām), rojo en hebreo, es llamado así porque roja es la tierra fértil, y roja es también la sangre que corre en el hombre vivo. Cuando encontramos escrito «Dios creó al hombre» en realidad deberíamos leer «Dios creó a la humanidad». Por tanto, Dios creó al hombre y a la mujer en el mismo momento, porque ninguno fue más importante que el otro.

En la cultura hebrea la idea originaria es que existiría un ser andrógino, no un ser hombre-mujer como en la cultura platónica, sino que en el origen el hombre y la mujer estaban unidos como dos entidades no confundidas y estaban unidos a la altura de la costilla.

El término Eva significa «aquella que hace ser» o que «da la vida»: referencia a la mujer en su vocación materna.

Cuando Dios crea a Eva, corta al ’ādām a la altura de la costilla. Por tanto, no podemos hablar de «creación» sino de «separación». Lo divide de modo tal que puedan estar uno frente al otro.

Pero atención, solamente cuando el hombre y la mujer están juntos son imagen de Dios. Si el hombre camina solo no es imagen de Dios. Si la mujer camina sola, no es imagen de Dios. En todo caso el hombre y la mujer recrean la imagen de Dios si se ponen uno frente al otro. Una Iglesia solo en masculino o en femenino es una Iglesia que solo ve la mitad del mundo y no puede decirse que es imagen de Dios.

¿Por qué la mujer fue tomada de la costilla? La costilla es un hueso muy importante dentro de nuestra anatomía. Esta cuida los órganos fundamentales para la vida humana, el corazón y los pulmones. La mujer, como la costilla, está llamada a custodiar la vida en la maternidad, el don más grande que Dios haya dado. La diosa de la vida en la cultura babilónica era llamada Ninti es decir «señora de la costilla». Porque, como dijimos, la costilla representar este elemento que custodia la vida la cual parece encarnar mejor el fin de la vida de la mujer. Además, a parte de la maternidad, la primera vocación de la mujer es justamente aquella de «custodiar la creación de manera íntima». Mientras Adán no es capaz de hablar con la serpiente, Eva habla porque ella cuida los secretos más íntimos de la naturaleza y de la creación. Mientras los hombres estaban ocupados en el trabajo y en las guerras, las mujeres se encargaban de buscar hierbas curativas, y del cultivo en el propio huerto.

Las mujeres son aquellas que custodian el secreto y el misterio del nacimiento, porque a los hombres, en aquel entonces, no se les permitía asistir a los partos. Eva no está representada como el principio del mal sino como principio de un conocimiento particular que Adán no tiene.

Entonces ¿Cuál es el pecado de Eva, o mejor dicho del ’ādām (en el sentido de hombre y mujer) por el cual se enoja tanto Dios?

La creación, según la concepción hebrea, es vista como algo no perfecto sino bello. Un rabino a la pregunta sobre el sentido de la enfermedad, del hambre y del sufrimiento respondió: «aquello que es perfecto no es bello, la belleza es sacrificio de perfección, si quieres obtener la belleza debes sacrificar la perfección». La perfección es vista como algo aburrido y que no se puede obtener.

El problema del pecado original no está en no haber obedecido de Dios, sino en el hecho que el hombre no es capaz de respetar los equilibrios del Edén, porque se aprovecha hasta el final, superando los límites que se les había puesto para cuidarlo. El jardín es un equilibrio perfecto. Para mantener este equilibrio cada uno debe utilizar los recursos según los límites. Cada ser presente en el jardín debe atenerse a un orden de modo tal que todos convivan pacíficamente. Adán es el único que, no contento de aquel estado, no respeta los límites. Dice un Rabino: «el hombre es el único ser vivo que devora hasta las montañas», refiriéndose a las cuevas, y continúa «¿Quién en la belleza de sus palacios podrá restituir la belleza de las montañas? ¿que palacio se puede comparar con la belleza de las montañas?».

No se trata de un pecado moral sino ecológico que es algo muy actual en la creación. Adam es aquel de disfruta de la creación.

Otro rabino dice: «El fruto lo tomó, pero se lo tuvo para él. ¿Por qué no pensó en compartirlo con los otros animales de modo que tuvieran conocimiento? Porque Adam no toma las cosas para otros sino para sí. Por esto Adam en el jardín no puede vivir». El verdadero problema no es la expulsión del jardín sino la imposibilidad de vivir en el jardín.

A imagen suya los creó. Cada vez que nos volvemos contra la creación, cada vez que superamos sus límites en un afán egoísta nos alejamos de esa imagen que somos y que estamos llamados a representar en el mundo. Como nos recuerda Jeremías: el corazón (del hombre) es lo más retorcido; no tiene arreglo ¿quién lo conoce? (cf. Jr 17,9).

Volvamos a ser imagen de Dios, volvamos a pedir la oportunidad de vivir en el edén nuevamente.  

Luciano Audisio OAR

 


 

[1] Texto tomado de la 4 edición de la Biblia de Jerusalén, Editorial Desclée de Brouwer, 2009.

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