El agustino recoleto Antonio Carrón reflexiona sobre el impacto de la emergencia mundial por el coronavirus y lo que supone para los creyentes.
Ya sin ninguna duda podemos hablar de una situación de crisis que estamos viviendo derivada del #COVID19 #coronavirus Quizás porque en Italia esta crisis ha pegado fuerte algunos días antes, desde aquí podemos ver algunas cosas que sorprenden e invitan a la reflexión.
La semana pasada suspendieron las clases en Italia y se comenzó a hablar de las «vacaciones del coronavirus», como si fuera algo parecido a la ‘semana blanca’ o las vacaciones de Navidad. Hoy ya nadie hace bromas con eso por aquí. Salías por Roma y veías a la gente tomando un café en las terrazas, o grupos de turistas paseando como si nada… Parecían días de fiesta. Hoy todos los bares y restaurantes están cerrados y en muchas zonas de la ciudad cuesta ver a alguien por la calle.
Desde Italia estamos viendo cómo en otros países se están produciendo las mismas situaciones vividas aquí hace días y, curiosamente, siguen cayendo en los mismos errores vividos aquí hasta que se han tomado serias decisiones. Llama la atención esa inacción…
La palabra crisis (derivada del griego krísis ‘decisión’, del verbo kríno ‘yo decido, separo, juzgo’) designa el momento en que se produce un cambio muy marcado en algo o en una situación: en una enfermedad, en la naturaleza, en la vida de una persona, en la vida de una comunidad. Una crisis desestabiliza, hace que todas las seguridades se desplomen, que todas las agendas y proyectos se modifiquen con facilidad porque lo que ayer era importante hoy pasa a un segundo plano si lo que está en juego es lo verdaderamente importante: salud, familia, vida… Los seres humanos somos especialistas en creer que lo tenemos todo bajo control, pero vemos en estos días que algo tan pequeño como un virus puede destruir todo lo aparentemente controlado, y quedar patas arriba.
Sí, somos débiles y frágiles, y esa es una de las condiciones del ser humano que al Superhombre de hoy le cuesta encajar. Pero para eso están estas situaciones de crisis: para hacernos recordar de dónde venimos y a dónde vamos. Por eso, esta crisis, en este tiempo de Cuaresma, puede suponer una oportunidad, una invitación a tomar una decisión en un momento de dificultad… una decisión encaminada a volver a lo esencial, a valorar lo importante de nuestra vida y a volver al corazón.
Ya lo decía San Agustín: «No vayas fuera de ti, entra en tu interior. En el interior del hombre habita la verdad» (De Vera Religione, 39, 72) En estos días de Cuaresma leemos la parábola del pobre Lázaro y el rico cruel (Lc 16, 19-31). Y nos viene muy bien a todos descubrir en nosotros esas actitudes que muestra el rico autosuficiente y la necesidad de experimentarnos como Lázaro, cuyo nombre significa: Dios es mi ayuda.
La Cuaresma es, además, una oportunidad de descubrir a todos esos ‘Lázaros’ que tenemos cerca de nosotros, buscando la manera de hacernos misericordiosos con ellos, es decir, liberarlos de sus miserias… y de eso todos tenemos para dar y tomar… Toda crisis nos hace vivir en una incertidumbre un tanto angustiosa que se siente llamada a buscar seguridades. Por eso, esta crisis vivida en tiempo de Cuaresma es una oportunidad para volvernos a Dios y poner en él nuestras esperanzas. En la parábola, Lázaro nos enseña que no estamos solos, que hay una perspectiva de esperanza, justicia, gozo y alegría. Y también Lázaro nos recuerda que tú y yo podemos ser esa esperanza y presencia de Dios para muchas personas que nos necesitan.
La gestión de esta crisis en Italia no ha sido perfecta, pero ya se ven frutos gracias a la unidad y la solidaridad. Los mensajes #andratuttobene (todo irá bien), #Distantimauniti (distantes pero unidos) y, sobre todo #iorestoacasa (me quedo en casa) son una consigna para todos. Estos días mis vecinos romanos son todo un testimonio, sobre todo por el cambio de actitud que han tenido y el compromiso que han adquirido. Creo que en Italia se ha comprendido bien que esta crisis requiere de un compromiso de todos, de una responsabilidad con todos.
Seguramente, cada país, cada contexto tiene sus particularidades, pero esas dos perspectivas de unidad y solidaridad nos pueden unir a todos en esta crisis, no sólo a nivel nacional, sino como humanidad global en este pedacito de universo que se nos ha regalado. Las crisis son para superarlas, y la mejor manera de hacerlo es unidos, desde la responsabilidad, la solidaridad y la esperanza.