En este artículo, el agustino recoleto Pablo Panedas reflexiona sobre el poder de la oración en el momento actual de crisis mundial por el coronavirus.
…rezad unos por otros para que os curéis: mucho puede la oración insistente del justo… (Carta de Santiago 5, 16)
Palabras actuales más que nunca, en esta crisis del coronavirus, cuando parece que lo único que podemos hacer es rezar: rezar unos por otros para curarnos; rezar para no ser víctimas del virus; rezar para que esta plaga se desvanezca cuanto antes.
El cristiano, la fuerza para actuar la recibe de la oración, de la unión confiada a Dios. Y Santiago nos exhorta a perseverar en la oración en todas las circunstancias de la vida, sean tristes o alegres.
En la oración la fe vive y se revela como un don de salvación y, en ocasiones, como poder sanador del enfermo. Lo primero de todo es la oración sacramental, pero hay también una oración fraterna por los pecados. Confesar las propias culpas ante los hermanos y la comunidad es un elemento indispensable para nuestra salvación. Salvar al hermano es salvarnos nosotros mismos.
La oración insistente que se apoya en la ayuda al hermano, es el secreto de la fuerza misteriosa que sostiene a cada cristiano y a la entera comunidad lo mismo en el gozo que en el dolor, en la prueba o en la enfermedad, en la tentación y aun en el pecado.
Enfermedad y pecado manifiestan a las claras la fragilidad humana. Pero, cuando por medio de la oración se injertan en la Cruz de Cristo, esas realidades permiten al discípulo ser colaborador de la salvación que Dios nos prepara a todos.
El cristiano que reza está unido a Cristo, participa de su fuerza salvadora y vive en el gozo.