Una palabra amiga

El Triduo Pascual «desde dentro»

El autor reflexiona sobra la celebración del Triduo Pascual en una situación distinta este año por la crisis del coronavirus. Propone además una oración.

La palabra Pascua, como solemos escuchar en muchas homilías, hace alusión a un pasaje o tránsito, más precisamente y en clave cristiana, alude al tránsito que vivió Cristo al pasar de la muerte a la vida, la vida de Resucitado. Según esto, las siguientes palabras de Juan apuntan a la Pascua de la nueva alianza, es decir, el tránsito y retorno de Jesús al Padre por medio de un amor sin límites: «Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13, 1). San Agustín, comentando estas palabras, resume muy brevemente el significado de la celebración pascual: «Lo que se celebra, pues, en la pasión y resurrección del Señor, es el tránsito de esta vida mortal a la inmortal, de la muerte a la vida» (ep. 55, 1,2).

Ahora bien, Agustín nos dice algo más. Quizá como pocos, ha propuesto una interpretación de la celebración de la Pascua a partir de su propia experiencia de vida interior. La Pascua puede llegar a ser un camino que hacemos ahora, en el presente, por el que pasamos de la muerte a la vida: «Este tránsito lo realizamos actualmente por la fe que se da en nosotros para la remisión de los pecados en la esperanza de la vida eterna, mientras amemos a Dios y al prójimo» (ibid. 55, 2,3).

Pues bien, veamos qué imagen nos propone san Agustín para profundizar en este tránsito que hacemos movidos por la fe, la esperanza y el amor. Como suele hacerlo, muestra el contraste entre el hombre exterior u hombre viejo y el hombre interior u hombre nuevo, que, en realidad, no son sino dos aspectos, de una misma realidad, es decir, dos dimensiones que existen en cada uno de nosotros y de las que ya había hablado san Pablo (cf. 2Cor 4,16). Por eso, se entiende que sugiera que el hombre exterior deba morir para que renazca el hombre interior:

«Esta renovación de nuestro vivir es un cierto tránsito de la muerte a la vida, tránsito que se realiza primero por la fe, para que nos gocemos en la esperanza y seamos pacientes en la tribulación, mientras nuestro hombre exterior se sigue desmoronando, en oposición al interior, que se renueva de día en día. Ese es el principio de nuestro vivir, el hombre nuevo de que se nos manda revestir, al tiempo que nos desnudamos del viejo» (ibid. 55, 3,5).

Sin duda, una propuesta como esta puede ser de mucha ayuda en la situación que nos toca atravesar y en estos días de Triduo Pascual. Pensemos que somos hombre exterior cuando vivimos volcados «hacia afuera», cuando nos situamos «en la superficie» de nuestra vida, cuando nos evadimos de nuestro yo más profundo y perdemos todo «contacto» con nuestros deseos hondos de amor, felicidad y paz, cuando ya no decidimos en base a estos deseos, sino a partir de nuestros impulsos no discernidos, con el riesgo de convertirnos en lo que no queremos ser. ¿Acaso no hemos caído en la cuenta durante estos días de obligada cuarentena cómo hemos vivido, más de una vez, cada uno de nosotros, como hombre/mujer exterior?  ¿Acaso no hemos visto a lo largo de las últimas décadas que el hombre exterior puede ser despiadado con la naturaleza o moverse por los impulsos más bajos con tal de imponerse a los otros, incluso pagando el precio de sacrificar los principios más elementales de la ética? Es cierto también, que hemos visto recientemente cómo en algunas personas el hombre interior ha luchado y ha vencido, en qué modo en estas personas era tanta la riqueza interior que no han dudado en gastar la vida por los demás. Médicos, enfermeras, militares, sacerdotes, religiosas, han mostrado mucha fuerza interior y una motivación muy honda a la hora de actuar, tan honda que resultaría inexplicable en personas inmersas en la vana «superficialidad» de nuestra sociedad de consumo o en la cultura del sin sentido. En ellos ha resplandecido la más auténtica vocación al amor que nace de una indudable elección interior. Por eso, somos hombre/mujer interior cuando vivimos «desde dentro», cuando la vida no se nos escurre de las manos porque sabemos recoger en el interior lo que acontece «fuera», y lo sabemos poner en «sintonía» con lo que somos y estamos llamados a ser.

Pues bien, durante estos días del Triduo Pascual, como creyentes, tenemos la oportunidad de «sintonizar» con nuestro mundo interior y vivir un encuentro renovador con Dios, que siempre está dispuesto a acercarse. Ahora bien, «renovador» no quiere decir que sea algo extraordinario. Pueden ser algo sencillo, simple, pero auténtico y verdadero, tal como suele hacer Dios la mayoría de las veces con nosotros.

Tengamos el coraje de vivir la Pascua como un itinerario o tránsito hecho desde dentro. Para ello, te invito a rezar durante este Triduo una breve oración:

Señor, en esta situación difícil que nos toca vivir como humanidad,
te pido que no nos quedemos en la «superficie», en los «contornos» de la realidad,
ayúdanos a «recoger dentro» todo lo que pasa fuera,
pero a tu modo, con los sentimientos de tu Hijo.
Ayúdame a vivir esta Pascua según el hombre interior, el hombre nuevo,
porque así podré elegir ser parte de una humanidad nueva,
más sana y, sobre todo, menos sujeta a las enfermedades del espíritu.
Tómame de la mano y permíteme transitar el itinerario pascual
junto al corazón de Jesús,
donde todos cabemos y donde todos somos amados. Amén.

Bruno D’Andrea OAR

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