Una palabra amiga

Juntos construimos una sociedad mejor

El autor reflexiona en este artículo sobre los retos de la vida religiosa en el diálogo interreligioso con otras creencias.

Cuando entramos a estudiar el diálogo interreligioso, nos damos cuenta y somos consciente de que hoy por hoy supone un gran reto para la vida consagrada: “El religioso del siglo XXI —afirmó alguien— o es interreligioso o no será religioso”.

Lo que intentamos es buscar acciones comunes que nos permitan entrar en diálogo con otras religiones, para que juntos seamos capaces de llevar a cabo trabajos sociales y pastorales, que incumben a de todos los hombres de buena voluntad. Para llegar a una acción conjunta con estos hermanos necesitamos dejar a un lado los prejuiciosos y marginar las diferencias que nos separan, y buscar más bien puntos de encuentro para que nos podamos entender y conocer más emprender trabajar por un mundo mejor haciendo frente a las dificultades de la vida.  

Nuestros institutos religiosos se mueven en diversos contextos; por otra parte, nos encontramos en situaciones secularizadas, pluriculturales y multirreligiosas. Nos hallamos en contextos donde la globalización ha generado situaciones graves de pobreza y estrepitosas exclusiones sociales. Ahí es donde hemos de entrar todos, dejando a un lado nuestros parámetros religiosos para luchar contra la pobreza, y ser más solidarios.

Es hora de la acción. El diálogo interreligioso no lo podemos reducir únicamente a la oración ni a reflexiones teológicas. Tenemos que ir más allá: acciones concretas conjuntas en un ambiente pastoral y social. Así que, manos a la obra; somos conscientes de que el fenómeno de la globalización, aparte de muchas cosas positivas para la humanidad, ha generado más pobreza y más emigrantes, sobre todo en Europa, adonde vienen sin ninguna seguridad y con muchas necesidades. La ayuda a estos hermanos nuestros es un reto para los religiosos consagrados y también para las demás religiones. Aquí hemos de concentrar las fuerzas, a fin de poder ayudar a estos hermanos nuestros que soportan meses y años de sufrimiento para poder salir de su país y hallar una mejor condición de vida. He aquí un reto para todos los creyentes; juntos podemos desempeñar un rol profético en este mundo fragmentado.

Ojalá que todos seamos capaces de unir fuerzas y contribuir a que los emigrantes logren una seguridad en país que los reciba. Los consagrados sabemos que la mayoría de estos hermanos que vienen a esta nueva cultura ha emigrado en búsqueda de una mejor condición de vida. Detrás de todo queda muchos sufrimientos y dificultades para poder llegar hasta un nuevo país. Es aquí donde hemos de colocar en un segundo plano a qué religión pertenezco. Pongamos cerca de nuestra mirada que ellos son seres humanos y necesitan de nosotros. A nosotros, religiosos consagrados y miembros de otra religión, nos ha de enamorar la mirada del Buen Samaritano, es decir,  el afecto de “sim-patía”: ser arrastrados a atender a estos hermanos que encontramos al borde del camino y que buscan “refugio”. Hemos de valoraren un trabajo pastoral con carácter de hospitalidad y de acogida en este mundo tan pluricultural.

Otro reto para las religiones es el empeño por la paz, ya que vivimos en un mundo violento en palabras y comportamientos. Es un asunto que atañe a todos los hombres de buena voluntad, y han de levantase cualesquiera barreras de religión. Todos tenemos que trabajar por la paz.  Sabemos al respecto que la paz no es solo la inexistencia de guerra, sino que además en un mundo injusto no pocas veces la injusticia genera corrupción y altera o quita la paz. En una sociedad tan conflictiva, los creyentes de cualquier religión estamos llamados a reclamar la fuerza social y política que puede conducir a la reconciliación. La paz no se dará entre nosotros sin un esfuerzo amplio y generoso de mutua comprensión, acercamiento y reconciliación.

Además, debemos ser justos. Señalemos que para lograr la paz se llevado a cabo no pocos esfuerzos en las diversas religiones; en ocasiones, por separado; otras vece, en comunión. Recordemos, como datos, los varios encuentros para orar por la paz. Sigamos trabajando por la paz, mas de forma conjunta.

Otro de los retos que nos puede llevar a un trabajo conjunto es lo relativo a la ecología, puesto que el medioambiente reclama a todos el compromiso de cuidar la “casa común”.  Efectivamente, todos participamos en los beneficios de nuestra madre tierra. De ahí que ahora sea necesario construir una globalización solidaria; que se respeten los derechos universales y de todos los hombres, de todas las naciones, así como los ambientales. La vida depende de que se conserve el conjunto de ecosistemas que sirven de soporte, de que se sostengan los equilibrios básicos de la naturaleza.

Todos los creyentes creemos que la tierra y todo cuanto hay en ella pertenecen a nuestro Creador, y que deber nuestro es cuidarla con responsabilidad, ya que somos cocreadores de la naturaleza.  En el momento de dedicarle un mayor cuidado a, comencemos por hacerlo conjuntamente.

En conclusión: Las actuaciones por la paz, los emigrantes, la ecología y muchos puntos más pueden ayudarnos, tanto a cristianos, judíos, musulmanes como a miembros de otras religiones, a realizarlas de un modo conjunto, a así lograr un mundo mejo, una sociedad donde no exista diferencias, sino que todos nos miremos como hermanos.

Wilmer Moyetones OAR

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