Una palabra amiga

San Agustín, siempre inquieto

El autor reflexiona sobre la juventud de San Agustín y su continua inquietud por conocer, incluso cuando estaba alejado de Dios siendo joven.

Muchas veces me pregunto qué haría san Agustín entre los 16 y los 20 años hoy, en este mundo globalizado e interconectado en todos los sentidos. Me parece que viviría su juventud como casi todos los jóvenes lo hacen: probablemente estudiaría, tendría su cuenta de Instagram, haría algún tik-tok, se reiría viendo memes, etc. Es cierto que son conjeturas, pero no caben dudas acerca de un aspecto particular de su vida, que quizá sí lo haría diferente respecto de muchos jóvenes: se trata de la búsqueda inquieta de la verdad.

No podemos decir que todos los jóvenes de hoy estén comprometidos con la búsqueda apasionada por la verdad, pero sí es cierto que no faltan quienes sí lo están. Creo que san Agustín se encontraría en este grupo.

Su corazón insatisfecho lo impulsaba a buscar respuestas a grandes preguntas, más allá del lugar en el que se encontrase (Tagaste, Madaura, Cartago… sólo por mencionar los lugares importantes de su infancia y adolescencia). Él siempre buscaba, seguramente porque su corazón le pedía conocer más, tanto acerca de las preguntas importantes para todos los seres humanos -¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos?-, así como acerca de esos interrogantes que tienen que ver con uno mismo –¿quién soy yo? ¿quién quiero ser? ¿hacia dónde va mi vida?

En este sentido, creo que, más allá de las cosas que pudieran verse desde fuera, es decir, más allá de lo que Agustín hiciera o dejara de hacer hoy en redes sociales o en su Universidad, él estaría buscando la verdad de su propia vida.

Pues bien, sin duda esto puede resultar sugerente para ti, joven inquieto de hoy. Porque, en definitiva, existen ejemplos como los de san Agustín que impulsan a los jóvenes a ser un tanto inconformes, críticos con el mundo que los rodea, insatisfechos con las limitadas opciones que da la sociedad, donde cada uno debe encajar en el gran engranaje de la sociedad de consumo. ¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué tiene que ser así para ti? De hecho, el Papa Francisco, apoyándose en san Pablo VI, al hablar de esta sana inquietud o inquietud insatisfecha, ponía de ejemplo a san Agustín:

El amor de Dios y nuestra relación con Cristo vivo no nos privan de soñar, no nos exigen que achiquemos nuestros horizontes. Al contrario, ese amor nos promueve, nos estimula, nos lanza hacia una vida mejor y más bella. La palabra “inquietud” resume muchas de las búsquedas de los corazones de los jóvenes. Como decía san Pablo VI, “precisamente en las insatisfacciones que los atormentan […] hay un elemento de luz”. La inquietud insatisfecha, junto con el asombro por lo nuevo que se presenta en el horizonte, abre paso a la osadía que los mueve a asumirse a sí mismos, a volverse responsables de una misión. Esta sana inquietud que se despierta especialmente en la juventud, sigue siendo la característica de cualquier corazón que se mantiene joven, disponible, abierto. La verdadera paz interior convive con esa insatisfacción profunda. San Agustín decía: “Señor, nos creaste para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti” (Christus vivit, 38).

El mismo Jesús fue un inconforme. Y san Agustín se dio cuenta de la novedad de su mensaje: Cristo quería cambiar la relación entre Dios y los seres humanos, restaurarla, y del mismo modo, ayudar a recomponer las relaciones entre ellos mismos. Novedad y verdad, he aquí dos palabras que expresan muy bien el camino hecho por san Agustín. Tanto la novedad del mensaje de Jesús en su vida, como la verdad que le abrió los ojos, hicieron que dedicara su vida al servicio de los demás, provocando en su vida un giro de 180°. Un cambio que modificó todo tipo de plan o proyecto. Ahora bien, no hubo lugar para arrepentimientos, como puede comprobarse con el testimonio de su vida. El Papa Francisco lo expresa muy bien:

No hay que arrepentirse de gastar la juventud siendo buenos, abriendo el corazón al Señor, viviendo de otra manera. Nada de eso nos quita la juventud, sino que la fortalece y la renueva: “Tu juventud se renueva como el águila” (Sal 103,5). Por eso san Agustín se lamentaba: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva! ¡Tarde te amé!” (Christus vivit, 17)

Te dejo algunas preguntas para que, al mejor modo agustiniano, es decir, regresando a tu corazón, puedas pensar en tu propio camino, ese que decides hacer, con mayor o menor conciencia, cada vez que te levantas cada día: ¿cuáles son tus verdaderas inquietudes? Agustín, de hecho, decía: «Regresa a tu conciencia e interrógala» (ep. Io. tr. 8, 9).

Ahora bien, te pregunto por las “verdaderas” que, a veces, no son las que creemos que son. ¿Cuáles son las preguntas que hoy mueven tu vida (no ayer ni antes de ayer, sino hoy)? Y si no hay preguntas, ¿a qué crees que se debe? ¿Te has dado tiempo para pensar y ahondar en tu mundo interior?

Bruno D’Andrea OAR

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