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El clamor del ‘pobre’ en los salmos

El agustino recoleto Andrés Zambrano analiza en el octavo artículo de Formación Permanente 2020 la importancia que cobra la pobreza en los salmos del Antiguo Testamento.

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Desde los comienzos de la vida, el Antiguo Testamento hace mención a los pobres como destinatarios principales de la fe. En el octavo artículo de Formación Permanente 2020, el agustino recoleto Andrés Zambrano realiza un repaso a los pobres en los salmos. Según indica, la pobreza está muy presente en todos los salmos. Se trata de una pobreza económica y de una pobreza moral en forma de esclavitud.

Introducción

Justicia y pobreza son dos conceptos que discurren de forman paralela en la Sagrada Escritura. Es más, la justicia es la reacción de Dios ante la injusticia en el mundo, ocasionada por la debilidad humana. El Antiguo Testamento insiste en mostrarnos explícita o implícitamente la imagen de un Dios, que de ninguna manera es indiferente ante el sufrimiento, y combate toda forma de exclusión, opresión, abuso de poder y pobreza.

El pueblo de Israel goza y se regocija cuando el Señor actúa contra el malvado opresor, y hace justicia al pobre, humilde, débil e indefenso. Sin embargo, también observa con estupefacción cómo el obrar de Dios contra el injusto no consiste en destruirlo, sino en darle oportunidad de cambio. El pueblo, en más de una ocasión, reacciona con sorpresa y hasta con indignación al constatar que Dios es capaz de amar al malvado y confiar en su transformación existencial.

La justicia es la forma como Dios reacciona ante toda acción inhumana, y se distingue del concepto o abstracción de justicia que domina en Occidente, en gran parte legado greco-romano. No es desconocido para la mayoría la representación plástica de la “justicia personificada” en Occidente, heredada de la mitología griega: la diosa Temis aparece como una mujer ataviada con una venda en los ojos, una balanza en la mano izquierda y una espada en la mano derecha. Esta simbología icónica pretende recrear la idea de que la justicia es por naturaleza imparcial. En el AT queda claro que Dios, presentado como el juez justo, es todo menos imparcial. Desde el libro del Éxodo ya se alcanza a atisbar que el Señor “escucha” los gritos del pueblo que ansía la liberación, y no solo escucha, sino que actúa con premura para liberar al esclavo del yugo de su explotador. La historia deuteronomista, por su parte, muestra que, a pesar de la constante infidelidad del pueblo, si este se arrepiente, Dios no tarda en actuar en su favor, rescatándolo de la mano de los enemigos cuantas veces sean necesarias.

Los profetas, por su parte, una vez que reciben el oráculo divino, denuncian toda forma de injusticia y corrupción. A través de ellos, Dios anuncia sus oráculos de condena y salvación en favor de los débiles y de aquellos que se convierten. La literatura sapiencial está llena de escenas donde Dios está a favor del que sufre y la justicia, más allá de las prescripciones legales, es instrumento de salvación para aquel que, con sinceridad, busca a Dios (cf. Sb 1, 1; Prov 21, 21; 30, 11-14; Ecl 3, 16-17). A lo largo de los Salmos se encuentran diversas figuras metafóricas que aluden a un Señor que no es sordo, ni ciego, ni imparcial; por el contrario, escucha, ve y no se resiste ante el lamento del afligido. Dios siempre inclina el oído cuando resuenan los gritos de los pobres. Ellos aparecen en el escenario poético en sus diversos matices lexicales, a saber: pobre material, afligido, oprimido sin libertad, explotado, alienado, ingenuo, enfermo, débil por su condición, huérfano y viuda. Solo basta que el hombre camine en la ley del Señor para que encuentre en él la roca firme y el refugio seguro (cf. Sal 118, 1-8).

La justicia de Dios, sin embargo, no es alcahuetería ante las pobrezas que proceden de los vicios humanos, tales como: holgazanería, desidia, insensatez, ignorancia crasa, maledicencia y frialdad. La justicia en la Escritura es una teofanía, que trasciende los textos legales y se introduce en la praxis de Israel a través de los distintos tratados proféticos y sapienciales; de manera especial y directa, en las estrofas de la literatura poética.

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