La familia Sing Barreda, hermana general de la Orden, ayudaron a los Agustinos Recoletos en sus inicios en Cañete (Perú); los religiosos les mostraron el camino de la fe.
El Valle de Cañete es uno de los más ricos y fértiles del Perú, situado al sur de Lima. Su buen clima y su enorme potencial ha atraído históricamente a peruanos de otras regiones y foráneos. Fue por eso que el empresario chino Alfredo Sing Maa llegó a Cañete, como muchos asiáticos que desembarcaron en Latinoamérica en las primera décadas del siglo XX. Influenciado directamente por la cultura oriental, el extranjero no tenía fe alguna. En Cañete conoció a Justa Barreda García, peruana, con la que contrajo matrimonio, del cual nacieron ocho hijos.
Su camino se cruzaría años más tarde con el de los Agustinos Recoletos, concretamente con el de un religioso. En 1944, la Orden estableció en la región su primera comunidad, conformada por tres religiosos. Unos años más tarde, la presencia había crecido, hasta el punto de contar con tres parroquias en Cañete, Cerro Alegre y San Vicente, así como un colegio. La acción pastoral era notable. Como señala Mons. Emiliano Cisneros en su libro ‘Andanzas Recoletas’, «la presencia del sacerdote era continua». Era tal el impacto que tuvieron los religiosos que en 1952 se administraron 1.439 bautismos, 125 matrimonios y se atendieron 96 enfermos.
Fue ese año cuando llegó a Cañate el agustino recoleto Ángel Latorre, personaje fundamental de la historia. Desempeñando su labor de párroco en Cañete, entabló importantes relaciones con la gente de la región. Entre ellos, con el señor Alfredo. El religioso y el padre de familia entablaron una amistad, ofreciendo el empresario su ayuda a la comunidad de religiosos que entonces comenzaba su misión en la región. En uno de sus encuentros, Ángel Latorre entregó un catecismo en Chino. Era un presente que le había costado conseguir pero con el que quería mostrar a su amigo la fe que le había hecho dejarlo todo y entregarse como religioso agustino recoleto.
El regalo no fue en balde. Supuso el comienzo de un camino que culminó de la mejor forma: Alfredo Sign se convirtió al catolicismo, se bautizó se casó ante Dios con su esposa Justa Barreda. También sus hijos recibieron el bautismo. La familia incluyó a la Orden de Agustinos Recoletos y a sus religiosos como un miembro más, en especial al padre Ángel. Fue tal su entrega a los Agustinos Recoletos y a la Iglesia que la Orden de Agustinos Recoletos nombró al matrimonio y a sus hijos hermanos generales. El Prior general Eugenio Ayape emitió el reconocimiento el 22 de enero de 1959. El acto fue en la más absoluta intimidad.
Los hijos de la familia mantuvieron esta disposición y cariño a la Orden de Agustinos Recoletos. América, que falleció en 2019, se dedicó a la pintura y la escultura. De sus manos salió una bella imagen de Santa Rita de Casia que la familia Sing donó a la Orden.
Roberto Sign, comerciante y fotógrafo, continuó la vinculación con los religiosos. Caballero del Santo Sepulcro, acudía diariamente a misa. «Roberto siempre ha sido cercano a los frailes», recuerda su hermano Clemente. El 10 de abril de 2021, la Vicaría de Perú notificó su fallecimiento en Cañete, allí donde su padre se sintió atraído por Dios y, con el agustino recoleto Ángel Latorre, estableció lazos de comunidad y fe.