El mundo digital ya es una realidad inseparable del mundo físico, incluido para la vida religiosa, como indica el quinto artículo de Formación Permanente 2021.
Con la pandemia de COVID-19, el mundo digital ha cobrado aun más relevancia, siendo hoy fundamental para todas las personas. Sin embargo, esta realidad trae consigo numerosos retos sociales y problemas. ¿Cómo se puede evangelizar en este contexto? ¿Cómo debe actuar el religioso ante el mundo virtual? Es el asunto que aborda el quinto artículo del programa de Formación Permanente OAR 2021, realizado por el agustino recoleto Nicolás Vigo.
Introducción
El filósofo coreano Byung-Chul, en su ensayo El enjambre, reconoce que el hombre actual es un hombre hiperconectado, mendigo de silencio y exiliado de sí mismo. Una realidad que expresa en esta frase lapidaria:
La hipercomunicación digital destruye el silencio que necesita el alma para reflexionar y para ser ella misma. Se percibe solo ruido, sin sentido ni coherencia.
Se trata, pues, del dilema que enfrentan los ciudadanos de la sociedad posmoderna inquilinos de la era digital.
Una novedad que ha supuesto un cambio en los paradigmas y modos de interrelación de los ciudadanos de este tiempo y que implica al ser humano individual y colectivo. Sin embargo, este dilema también lo padece con especial intensidad la vida religiosa. Aquella que, en versos de fray Luis de León, reúne a los de la «vida retirada»; aquellos que encarnan la vida recogida y sabia: «¡Qué descansada vida / la del que huye el mundanal ruido / y sigue la escondida / senda por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido!».
A pesar de ello, notamos que la quietud y la calma de la vida religiosa han sido alteradas por el boom de las comunicaciones, la tecnología y la globalización. Es decir, la «era digital» ha penetrado en los conventos y ha puesto a prueba el ideal religioso de separación con el mundo. Por ello, porque nuestra cultura actual está caracterizada por esta digitalización, es necesario aprender a dialogar con ella.