El hermano Paco lleva desde 1966 realizando hábitos para los religiosos, una tarea que hace con agrado: «Si lo haces con entrega y con entusiasmo no creo que se trabajo».
Era el 4 de marzo de 1964, fiesta de San Casimiro. Francisco Martínez ingresó en el noviciado de Monteagudo (Navarra) para ser agustino recoleto. Fue en ese momento cuando descubrió el tesoro de la comunidad y desde entonces se puso a su servicio. Desde 1966 hasta la actualidad, el hermano Paco -como se le conoce cariñosamente- no se ha movido del convento, ocupándose principalmente de una labor especial: confeccionar los hábitos para los religiosos.
Cuenta que dos años después de llegar, una vez había realizado el noviciado, el prior de la comunidad -«no sabía dónde ponerme»- le colocó como «zarramplín» (2. m. coloq. Hombre chapucero y de poca habilidad en una profesión u oficio). Era el ayudante de un albañil y su cometido no era más que llevar escombros de un lugar a otro. Viendo su buen hacer, le encargaron al hermano Alfredo que le enseñara a hacer hábitos y otras tareas. Sin embargo, con su maestro apenas estuvo unos meses y no aprendió.
Realmente supo cómo se hacía un hábito cuando él mismo, por su propia intuición, decidió desarmar una pieza. Sacó las costuras y, de la misma forma que lo había despedazo, volvió a unirlo y a coserlo. Esta curiosa vivencia y los años han ido perfeccionando la técnica, puesta en práctica en numerosos religiosos, en formación y mayores, que le han pedido uno de sus hábitos.
Este año habrá casi 30 novicios en la comunidad, por lo que Paco tendrá que realizar al menos 30 hábitos. Para él no es trabajo. «Es igual que hacer churros», dice con gracia. Asegura que salen solos. «No se si es porque he hecho muchos, pero soñando los hago», afirma. Solo hace hábitos agustinos recoletos -lso únicos que sabe- y sus trabajos han ido a Francia, México, China… y España, entre otros.
El proceso es el siguiente: «Primero hace falta el individuo para tomarle las medidas. Una vez que tenemos las medidas, se extiende la tela y se van cortando las piezas (tiene patrones para cada una). Cuando se han cortado las piezas, a coser». Visto así hay que creerle: parece sencillo.
Para él no es un trabajo: «Si lo haces con entrega y con entusiasmo no creo que se trabajo». Simplemente es un servicio. «Lo hago con muchísimo gusto y placer; y no solo esto, cualquier cosa», y añade: «Lo que sea por la comunidad, desde fregar un plato a limpiar el suelo».
¿Y Dios? ¿Está con él en el pequeño cuarto de costura? Paco se ríe. «Yo no soy como Santa Teresa, que veía a Dios en los fogones», dice. El religioso, de baja estatura y algo achatado, cree que Dios está con él pero no se atreve a decirlo. Vuelve a reír y dice «mi grado de santidad no ha llegado a ese nivel».