San Ezequiel Moreno recibió desde su infancia por parte de su padre el cariño por el rezo del Santo Rosario, hasta tal punto que lo incluyó en su nombre de profesión religiosa.
San Ezequiel Moreno nació el año 1848 en Alfaro (La Rioja), hijo de Félix Moreno y Josefa Díaz. Su familia era, como dice el agustino recoleto Ángel Martínez Cuesta en su biografía, «de extracción humilde y de religiosidad acendrada». Concretamente su padre, sastre de profesión, que mantenía una enorme devoción por la Santísima Virgen. Fue él quien le inculcó desde la cuna a Ezequiel el cariño por María. La Madre de Dios estuvo siempre presente en el corazón del santo agustino recoleto.
Ezequiel, el tercero de sus seis hijos, asistió a la escuela pública, formó parte de la capilla de música del pueblo y sirvió a las monjas dominicas de monaguillo y sacristán. Fue con las dominicas y a través de su padre cuando comenzó su particular devoción por la Virgen del Rosario, cuya festividad se celebra el 7 de octubre. Su vinculación a la congregación fundada por Domingo de Guzmán era muy estrecha y las recordaba con ternura en todo momento.
Félix Moreno asistía todas las mañanas al llamado Rosario de la Aurora con sus dos hijos varones, Eustaquio y Ezequiel. El pequeño comenzó su devoción por la Virgen, concretamente a través del Santo Rosario, como indica el agustino recoleto Manuel Carceller. El mismo Ezequiel lo recordará cuando, a su regreso de Filipinas, en 1885, predicó en su pueblo natal, Alfaro, en el mes de octubre en la iglesia de las religiosas dominicas, de la que él había sido sucesivamente monaguillo y sacristán: «A este templo —decía derramando lágrimas—me traía mi difunto padre de la mano y aquí rezábamos y cantábamos el santo Rosario, cuando yo apenas podía balbucir las palabras».
Ezequiel Moreno abandonaría su pueblo natal, Alfaro, para realizar el noviciado, en el que ya se encontraba su hermano Eustaquio. Sin embargo, no abandonaría la devoción a la Virgen, que le acompañó toda su vida. El 21 de septiembre de 1864 tomó el hábito religioso y al año siguiente pronunció los votos, adoptando entonces el nombre de Fray Ezequiel Moreno de la Virgen del Rosario.
Ya siendo obispo de Pasto, la Virgen del Rosario seguía presente en su vida. Recuerda un padre jesuita: «¿Qué no hizo para extender la devoción del Santísimo Rosario, ya alentando la práctica del Rosario de la Aurora, que en su tiempo se inició en la iglesia de Santo Domingo?» En su diócesis llegó a repartir rosarios gratis para inculcar la devoción al Rosario.
De esto se hace eco el mismo decreto pontificio por el que se aprueba la heroicidad de sus virtudes, al dejar constancia de que desde su tierna infancia saludaba todos los días a la Bienaventurada Virgen María con el rezo del Rosario. En su beatificación junto a otros cuatro siervos de Dios, Pablo VI recordó su devoción a la Virgen: «María, como Madre de Dios y de la Iglesia, colabora con maternal amor en el nacimiento y en la formación de los fieles; por eso, se la encuentra presente de manera especial en la historia secreta de los santos».