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Cada uno cargamos con la mochila de nuestra vida repleta de momentos, experiencias y situaciones que han marcado nuestro viaje. Hoy era para mí el día propicio para abrir mi mochila y comprobar qué llevo. Curioso: va llena y no pesa.
Lo que más abulta en mi mochila son las sonrisas de tantas personas que he conocido a lo largo de estos años. Desde el 2 de octubre de 2017 comencé mi labor en la comunicación de la Orden de Agustinos Recoletos, jamás he encontrado una mala cara. Todo siempre han sido sonrisas, por todo y en todos. Sonrisas cercanas, sencillas, familiares, verdaderas, alegres y auténticas. La sonrisa es el gesto definitivo de esas personas que aman, se sienten amadas y quieren amar. Creo que así es la sonrisa de Dios.
Llevo dentro momentos de oración, los ratos de comunidad, las aventuras que he vivido con tantos religiosos que me han abrazado desde el primer momento. A muchos les recuerdo día a día como referentes espirituales y humanos.
En mi mochila están las historias de tantas personas que, marcadas por el Evangelio, son un ejemplo de vida en plenitud; esa vida entregada que se convierte en irradiante felicidad. En tantas ocasiones que me he sentado a la mesa con frailes y laicos de la familia agustina recoleta, nunca ha faltado una anécdota graciosa, una historia de conversión, un silencio profundo, una frase conmovedora y, por supuesto, una acción de gracias a Dios.
Tengo que dar gracias a Dios por mis últimos seis años. Es, sin duda, Él quien guía nuestras vidas en la travesía de lo ordinario y lo extraordinario. Es Él quien mantiene viva la esperanza de una familia que transforma el presente y sueña el futuro. Es Él quien camina con nosotros y nos sostiene. Nunca me he colgado de un puente, pero la acción de Dios debe ser como el arnés que no te deja caer por el precipicio, que te sujeta, que te da seguridad y que, incluso, te hace disfrutar.
Al ver lo que llevo conmigo he sentido una inmensa satisfacción: todo lo que he vivido me ha acercado más a Dios y ha acercado más a Dios a muchas personas. Todo ha valido la pena.
Hoy cambio de vagón y me llevo mi mochila, pero lo más importante es que todos seguimos en el mismo tren.
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Carlos Santana
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