Tras casi un mes del comienzo de la visita del Prior general en Asia, el P. Miguel Ángel Hernández toma un respiro para contestar a una sencilla entrevista en la que nos cuenta cómo está viviendo esta experiencia.
¿Cómo ha sido tu experiencia en Filipinas?
Mi experiencia en Filipinas está siendo única. Creo que será irrepetible y maravillosa; porque estoy teniendo la oportunidad de conocer a muchos hermanos que hacen parte de la Orden, estoy teniendo la oportunidad de conocer los ministerios que tenemos en Filipinas.
He tenido la oportunidad de conocer un pueblo cálido, cercano, afectivo, cariñoso. He podido entrar en contacto con las raíces de nuestra historia.
Tenemos 400 años de evangelización en Filipinas en la Isla de Palawan. El cristianismo llegó por manos de nuestros padres, de nuestros religiosos.
Pisar este suelo y hacer un ejercicio de imaginación me ayuda a pensar en el trabajo de nuestros frailes, ¡400 años de historia¡ Me traen sentimientos y emociones muy especiales al corazón. La verdad es que, estos días me hacen sentirme muy orgulloso de ser agustino, de ser recoleto.
¿Qué tal la comida Filipina?
La comida de Filipinas es maravillosa. No he tenido ningún problema. Algunas cosas no me he atrevido a comer, por ejemplo el balut. Pero lo demás todo es muy bueno, el pescado, el cerdo, el arroz, la verdura. He probado comidas típicas como el pancit.
¿Qué es lo que más recuerda de esta visita a la Provincia de San Ezequiel Moreno?
Me parece que será inolvidable. La oportunidad de convivir un poquito con la gente, con el pueblo, en las diferentes realidades que la provincia de San Ezequiel tiene en Filipinas, ha sido una experiencia preciosa.
Todos se han esforzado muchísimo en darnos la mejor acogida, el mejor recibimiento. No me podría imaginar ni en los mejores sueños que tuviéramos esa acogida por parte tanto de las comunidades, como de las escuelas, universidades, colegios, parroquias, misiones. No han faltado expresiones de bienvenida, de afecto, que se quedarán por mucho tiempo en mi corazón.
Nuestros frailes están ahí, en las universidades, en los grandes núcleos urbanos; pero estamos también en las misiones, en periferias, en islas apartadas y pequeñas, viviendo una vida muy sencilla y muy evangélica, dando testimonio del amor de Dios y de su misericordia en medio de la gente más humilde.