Una palabra amiga

Acompañar la vocación

A raíz del Sínodo de los obispos del 2018 sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, la animación vocacional es cada vez más una acción pastoral permanente en las comunidades cristianas. Los agustinos recoletos, en comunión con toda la Iglesia, concebimos la pastoral de las vocaciones como un servicio que tiene la encomienda, sobre todo, de despertar e inquietar el corazón de los jóvenes, sembrar la Palabra de Dios que a todos nos llama, y acompañar el nacimiento y el discernimiento de la vocación personal.

En el servicio de la animación de las vocaciones, los agustinos recoletos partimos de la máxima evangélica de toda pastoral vocacional: Ven y verás (Juan 1,39). Por lo tanto, la Palabra de Dios -en concreto, la referencia a los relatos bíblicos de vocación- es luz principal para este ministerio.

Más recientemente se ha sistematizado una pedagogía para el acompañamiento y el discernimiento vocacional, a partir de la figura de san Agustín. El santo sabe llegar al corazón, porque habla desde el corazón, y comparte con espontaneidad su camino de búsqueda de Dios.

Por lo cual, la animación vocacional que realizamos en la Orden parte de que san Agustín discernió también su vocación: «anduve largo tiempo ocupado en muchos y diversos asuntos, y tratando con empeño durante muchos días de conocerme a mí mismo, lo que debo hacer y qué he de evitar» (Soliloquios 1,1).

En su búsqueda, encontró muchas dificultades: «en cuanto a mi vida en este mundo, todo eran vacilaciones, y debía purificar mi corazón de la vieja levadura, y hasta me agradaba el camino –Cristo mismo–, pero tenía pereza de caminar por sus estrecheces» (Confesiones 8,1).

En el momento más revuelto y confuso de su búsqueda, cuando ya no encontraba satisfacción en sus logros, pero tampoco encontraba la manera de emprender un camino distinto, buscó ayuda; sí, san Agustín pidió a Simpliciano que lo acompañara. Así nos lo cuenta: «Tú, Señor, me inspiraste entonces la idea –que me pareció excelente– de dirigirme a Simpliciano, que aparecía a mis ojos como un buen siervo tuyo y en el que brillaba tu gracia» (Confesiones 8,1).

El santo del corazón inquieto le confió, pues, sus inquietudes para que le indicara qué camino sería el más a propósito en aquel estado de ánimo en que se encontraba, para poder así caminar por la senda que el Señor le marcaba (Confesiones 8,2).

Gracias al acompañamiento, san Agustín encontró lo que buscaba: «se infiltró en mi corazón una luz de seguridad, y se disiparon todas las tinieblas de mis dudas» (Confesiones 8,29). Así, después de un largo camino de idas y venidas, comprendió cuál era su vocación: «de tal modo me convertiste a ti que ya no apetecía esposa, ni abrigaba esperanza alguna en este mundo» (Confesiones 8,30). Su vocación fue la de ser monje o siervo de Dios.

Este camino de san Agustín nos aporta su pedagogía, a partir de ella, los agustinos recoletos acompañamos el proceso de búsqueda y discernimiento vocacional.

 

Artículo publicado por Fr. Fabián Martín en el Anuario 2023

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