Una palabra amiga

¿Por qué Dios nos creó libres?

Podemos decir que el hombre que aparece en la Escritura no ha respetado ciertos plazos -pensemos en el pecado original– , pero no ha tenido que arrebatar la libertad, porque esta le ha sido dada por Dios al ser creado. En ese sentido la idea de conquista no se halla en la Biblia, pues para ella la libertad es originaria («Al principio, creó Dios»). 

Después de haber concluido la creación del hombre, que era totalmente nuevo y bello, Dios le dijo: «Hombre, tú serás igual que yo, tu Dios. Y como testimonio de tu semejanza conmigo, yo te doy desde ahora la prerrogativa por excelencia: la libertad» (San Gregorio de Nisa). 

La libertad se encuentra ciertamente inscrita en el ser del hombre, pero en forma de virtualidad, de promesa o proyecto que debe realizarse y, en ese sentido, como algo que se debe conquistar. La libertad se eleva a partir de la existencia. El hombre es un ser que debe hacer que su libertad exista. 

«Dios crea el mundo como el mar crea la playa: retirándose». Al hacer que surja el hombre, Dios ha creado un ser libre, como Él. Si el futuro es algo que precisamente se debe crear, si es porvenir, debe advenir: lo posible no antecede a lo real. Según la intuición cristiana, Dios, el «Señor de los posibles», ha querido que seamos autores de lo posible, no ejecutores de una realidad impuesta ya del todo por un Dios celoso y narcisista. San Pablo ha descrito al Dios cristiano, tal como está presente en Jesús, como un Dios de la kénosis, un Dios del despojo, que se ha «desposeído, vaciado», no queriendo considerar nada de lo suyo “como una presa” que debía guardar celosamente para sí (Flp 2, 6-7). 

Dios ha creado al hombre «a su imagen y semejanza» (Gn 1,26). La teología entiende generalmente este pasaje del siguiente modo: el hombre ha recibido su ser de Dios (es su imagen), pero después debe actuar siempre conforme a esa imagen (haciéndose semejante a Dios). 

Se da, por lo tanto, en el hombre al mismo tiempo algo que él ha recibido y algo que debe adquirir, de manera que fructifique. Esta es toda la tarea de la libertad. En este sentido, no todo ha sido dado, sino que el hombre aparece como un ser que debe llegar a ser aquello que él es. Y este cambio pertenece a su libertad. Cabe destacar, finalmente, que no existe un ser humano abstracto, al margen de su condición sexual y tanto el varón como la mujer son igualmente imagen de Dios y colaboradores suyos en la construcción del mundo. 

Fr. Welton Cavallini, OAR

(Artículo publicado en el Anuario 2023)

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