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Conversaciones entre generaciones: «No es un camino solitario, sino uno que recorremos juntos»

A sus 87 años, el padre Teodoro, con una vida plena de entrega y servicio, reflexiona sobre su recorrido como agustino recoleto: «he pasado por varios ministerios, en América y Europa: Colombia, Panamá, Guatemala, Roma, España… una vida larga«, comenta con serenidad, mientras recuerda sus múltiples experiencias. Actualmente, se encuentra en una casa de formación, tras haber servido en distintos ministerios y casas de gobierno. «He dado tumbos, pero aquí seguimos, al servicio de lo que la provincia y el Señor dispongan«, añade, sin dejar de sonreír ante la pregunta de si alguna vez se sintió abatido por tantos cambios: «No, en absoluto. Me siento agradecido por este camino».

A su lado, el joven Raúl, con 37 años y 10 de vida religiosa, se identifica con su compañero, aunque su recorrido haya sido más reciente: «no como tú, Teodoro, pero he estado en lugares distintos también: España, Guatemala, Colombia, y ahora Madrid. Estoy en la formación de jóvenes agustinos recoletos, acompañándolos en su vocación«, comenta Raúl. A pesar de sus diferencias generacionales, ambos coinciden en algo fundamental: la importancia del acompañamiento y el crecimiento personal en la formación religiosa. «La formación es mucho mejor ahora«, reconoce Teodoro, «hay más seguimiento y acompañamiento personal. En mi tiempo no se daba eso».

En esta entrevista, ambos comparten sus perspectivas sobre su vocación, la vida en comunidad, el valor de la fe, y los retos y esperanzas de la Orden a través de generaciones.

La vocación 

El padre Teodoro describió su camino vocacional como una evolución natural y lineal, sin grandes crisis. «Me fui dejando llevar», comentó. Desde los 11 años, cuando entró en el seminario menor por la invitación de un sacerdote, ha seguido una vocación constante. «No ha habido en mi vida crisis vocacionales fuertes», añadió, destacando que siempre sintió su vocación como agustino recoleto, especialmente al profundizar en la espiritualidad de San Agustín. «Dios me ha ido llevando, ayudándome a adaptarme en cada situación distinta».

«El corazón nunca deja de sorprenderse cuando está en manos de Dios»

Por su parte, el padre Raúl coincidió en que su vocación también fue un proceso gradual. «No puedo identificar un momento crucial, sino que ha sido un encuentro con Cristo y con la comunidad». Entró a la vida religiosa a los 16 años, y fue en la comunidad donde descubrió su llamado: «Me he sentido acompañado, y eso me permitió seguir adelante».

La evolución de la formación

Uno de los temas principales de la conversación fue la transformación de la formación dentro de la Orden. El padre Teodoro recordó con claridad cómo en sus años de formación no existía un acompañamiento tan cercano: «En mi tiempo, nunca nos llamaban para hablar personalmente con los maestros sobre cómo íbamos». Sin embargo, alaba los avances en la formación actual, subrayando la importancia del «acompañamiento personal» que se ofrece hoy a los jóvenes en formación. «Es mucho mejor ahora», dijo, refiriéndose a los programas concretos y el seguimiento personalizado que se da a los formandos.

El padre Raúl también valoró estos cambios y resaltó que uno de los pilares en la formación actual es la creación de un buen ambiente en las casas de formación, donde los jóvenes pueden crecer en comunidad y sentirse acompañados en su proceso vocacional. «Es importante que no vayan solos, que sientan que la comunidad y la iglesia están con ellos», afirmó.

Retos y sueños para el futuro

Ambos sacerdotes hablaron también de los retos a los que se enfrenta la orden agustiniana recoleta en la actualidad. «Nos enfrentamos a realidades cercanas a la juventud de hoy», dijo el padre Raúl, refiriéndose a la necesidad de ser audaces y valientes en la respuesta que la Orden debe dar a las problemáticas actuales, sin perder de vista la confianza en Dios. Su sueño es que «la orden siga siendo valiente, comprometida y generosa con los más necesitados, especialmente en las misiones».

«Mi sueño es que sigamos siendo valientes, respondiendo con generosidad al llamado de Dios, siempre fieles a nuestro carisma y al evangelio»

El padre Teodoro, en cambio ha apuntado que él sueña «con que la orden entre dentro de sí misma, como San Agustín nos invita a entrar en nuestro corazón«. Cree que la orden debe nutrirse del espíritu que la anima y desde ahí salir al mundo para evangelizar. «No importa que seamos pocos, lo importante es que seamos luz y levadura en el mundo«.

Momentos compartidos

A lo largo de la conversación, ambos sacerdotes también compartieron anécdotas divertidas y experiencias gratificantes que han vivido como agustinos recoletos. El padre Teodoro recordó su llegada a Colombia tras un largo viaje en avión de 24 horas, sin dinero y sin que nadie les estuviera esperando en el aeropuerto. «Llegamos a Bogotá y tuvimos que pedir al hermano de la comunidad que pagara el taxi porque no teníamos ni un peso», contó entre risas.

El padre Raúl, por su parte, evocó una experiencia durante su noviciado en Navarra, cuando con un grupo de compañeros se perdió en los campos cercanos al convento y tuvieron que saltar una cerca para regresar a tiempo. «Nadie se dio cuenta, pero nosotros estábamos agotados y llenos de polvo, riéndonos durante la oración», relató.

Ambos sacerdotes coinciden en que la vida comunitaria ha sido esencial en su vocación: «Para mí, la comunidad me ha ayudado mucho, sin ella no sería agustino recoleto«, concluyó el padre Teodoro.

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