Fr. Ángel Herrán ha celebrado este mes de octubre sus 50 años de misión en Perú. Un recorrido que le llevó desde su natal Bañares, un pequeño pueblo de La Rioja (España) hasta las zonas más remotas del país iberoamericano. En esta entrevista, Fr. Herrán comparte cómo el llamado de Dios lo condujo a entregarse con fe y amor a su labor misionera.
“Mi vocación comienza en Bañares,” recuerda Fr. Ángel, “cuando apenas era un niño. A los 10 años me entero de que hay unos compañeros de la escuela que se han ido a estudiar al colegio de los agustinos recoletos en la ciudad de Logroño. El maestro preguntó que quien quería ir también y levantamos la mano tres. Fuimos 61 jóvenes los que entramos ese año”. Fue en la ciudad de Salamanca donde completó sus estudios y fue ordenado sacerdote. Al poco tiempo, “el Padre Provincial me dijo: ‘tienes que ir a Perú, nos piden misioneros’. Y yo dije, ‘encantado’.”
«Llevar la palabra de Dios y trabajar por la mejora social de estas comunidades ha sido mi vida. Estoy agradecido y, si pudiera, volvería a recorrer el mismo camino”
A sus 25 años, en 1973, llegó a Querocotillo, en una época en que la comunidad carecía de electricidad y sólo se accedía a caballo o en motocicleta: “Fueron los años más difíciles,” reconoce Fr. Herrán, “pero también los más gratificantes porque la gente me acogía con cariño, y acudían para escuchar la palabra de Dios. Ahí pude ver el verdadero sentido de la misión». Allí permaneció 6 años.
Su trabajo no se limitó a Querocotillo. Fr. Herrán pasó por diversas comunidades en Tacabamba y luego como promotor vocacional en el Seminario San Ezequiel Moreno, donde tuvo la oportunidad de recorrer las zonas más apartadas de Perú. “Fue un reto y una bendición,” menciona. “Era un desafío porque tenía que salir en combi, en camioneta, en lo que fuera, a caballo, a visitar a los jóvenes que tenían alguna inquietud y hablar con sus familias, con sus padres».
«Gracias, misioneros, por renunciar a vosotros mismos y llevar la salvación»
Como presidente de la ONG ARCORES Perú, impulsó proyectos de agua potable, cocinas mejoradas y sistemas de invernaderos. “Era una alegría inmensa cuando por fin en una comunidad llegábamos con ese progreso. Todos se reunían, hacían una gran fiesta. Para mí fueron unos años muy bonitos y era unir la evangelización con la promoción humana. Ambas cosas tienen que ir de la mano.”
Este 29 de octubre, cuando se han cumplido 50 años desde que llegó al Perú, Fr. Ángel Herrán no tiene dudas sobre el camino elegido: “El Señor de los Milagros me trajo aquí. He vivido en nueve o diez comunidades distintas y en todas he sido feliz. Si volviera a nacer, elegiría otra vez ser agustino recoleto, al servicio de Dios y de los demás.Gracias, misioneros, por renunciar a vosotros mismos y llevar la salvación«.