En el corazón del mensaje de la VIII Jornada Mundial de los Pobres, el Papa Francisco nos recuerda que la oración del pobre sube hasta Dios. Esa oración, llena de humildad y confianza, tiene un eco especial en el cielo. Como nos enseña San Agustín: “El pobre no tiene de qué enorgullecerse; el rico tiene contra qué luchar” (Sermón 14, 3.4). Esta frase del santo nos muestra el camino hacia la verdadera humildad, que es capaz de reconocerse necesitada y, precisamente por ello, capaz de abrirse al amor infinito de Dios.
El lugar privilegiado de los pobres en el corazón de Dios
Los pobres tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios. Ben Sirá ya lo anunciaba en el Antiguo Testamento, al hablar de un Dios que se impacienta por hacer justicia a los oprimidos (Eclesiástico 35, 21-22). San Agustín, siglos después, nos recordó que todos somos pobres ante los ojos de Dios, sin importar cuánto poseamos en este mundo, porque sin Él nada seríamos. Como nos dice el Papa Francisco: «Dios conoce los sufrimientos de sus hijos porque es un Padre atento y solícito hacia todos. Como Padre, cuida de los que más lo necesitan: los pobres, los marginados, los que sufren, los olvidados» (Mensaje para la VIII Jornada Mundial de los Pobres, 2024).
La oración del pobre: un clamor de esperanza
La oración del pobre no es solo un clamor por necesidades materiales, sino también una expresión de fe y esperanza. Nos desafía a todos a reconocer que, en realidad, somos mendigos espirituales. Necesitamos del amor de Dios para poder vivir, y también necesitamos aprender a ver a los demás con la misma mirada con la que Dios nos ve: una mirada de compasión y amor. Como recuerda el Papa Francisco: “La oración, por tanto, halla la confirmación de su propia autenticidad en la caridad que se hace encuentro y cercanía. Si la oración no se traduce en un actuar concreto es vana, de hecho, la fe sin las obras ‘está muerta’ (St 2,26)” (Mensaje para la VIII Jornada Mundial de los Pobres, 2024).
La invitación del Papa Francisco: compartir la Fe
En su mensaje, el Papa Francisco nos invita a acercarnos a los pobres, no solo para darles algo material, sino también para compartir con ellos el don de la fe. Nos recuerda que la peor discriminación es la falta de atención espiritual (Mensaje para la VIII Jornada Mundial de los Pobres, 2024). En los pobres, debemos reconocer el rostro de Cristo sufriente, un rostro que, como Agustín enseñaba, nos reta a actuar con humildad y amor verdadero. El Papa también nos recuerda que “la opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria” (Evangelii Gaudium, 200).
Una Jornada para detenernos, orar y actuar
La Jornada Mundial de los Pobres es un momento para detenernos, orar y actuar. Aprendamos de los pobres su capacidad de oración sincera, su humildad para confiar en Dios cuando no tienen nada más a qué aferrarse. Esa oración, que nace del corazón más necesitado, sube al cielo como una llama viva que ilumina nuestra propia pobreza espiritual. En este sentido, el Papa nos exhorta: “Estamos llamados en toda circunstancia a ser amigos de los pobres, siguiendo las huellas de Jesús, que fue el primero en hacerse solidario con los últimos” (Mensaje para la VIII Jornada Mundial de los Pobres, 2024).
En palabras de san Agustín: “Sé verdadero pobre, sé piadoso, sé humilde” (Sermón 14, 3.4). A través de esta Jornada, Dios nos invita a convertirnos en mendigos de su amor, y a ser también manos que ayudan y corazones que consuelan. Que la Virgen de los Pobres nos acompañe en este camino, para que, rezando y actuando, podamos construir una sociedad más justa y fraterna. Recordemos también las palabras del Papa Francisco en el mensaje de este año: “Que la oración, junto con la acción concreta, sea el signo de nuestra solidaridad y el reflejo del amor de Dios hacia sus hijos más vulnerables”.