El pasado 4 de septiembre, la Misionera Agustina Recoleta (MAR) Wenderlyng Reyes profesó sus votos perpetuos después de varios años de intensa y profunda preparación. La joven misionera y actual coordinadora de pastoral en Maracaibo (Venezuela), ha compartido con nosotros los hitos más relevantes de ese proceso, que le ha permitido discernir su vocación. También, ha relatado su experiencia de misión en su propio país y expuesto los retos y desafíos que supone. Por último, ha explicado su forma de vivir la fe y ha expresado sus sueños y esperanzas para las MAR.
De la lejanía a un encuentro personal con Dios
La vocación no siempre estuvo clara para esta religiosa. Durante su infancia y juventud, la espiritualidad ocupaba un lugar distante en su vida. Como ella ha destacado, “antes de mis 13 años, yo no era cercana a las cosas de la Iglesia. Sentía que estaba en conflicto con Dios porque no entendía muchas cosas”.
Todo cambió cuando, en el tercer año de bachillerato, aceptó asistir a las catequesis de confirmación ante la insistencia de su madre: “Los primeros meses fueron obligados y difíciles, pero todo tomó sentido en una convivencia preparatoria para el sacramento. La letra de una canción marcó mi corazón: ‘Cristo quiere hacer en ti una obra nueva’. Sentí que Dios tocaba mi vida profundamente”, ha recordado.
Desde ese momento, su vida dio un giro radical. Se convirtió en catequista y, poco a poco, dejó atrás viejos hábitos, “como las cosas de la santería”, para abrazar una fe que le conectaba con algo más grande: “Fui catequista, monaguillo y me uní al movimiento juvenil de las JAR. Siento que allí terminé de descubrir esa vocación que Dios había sembrado en mi corazón desde pequeña y que no fue hasta mi adolescencia cuando me di cuenta”.
En este sentido, ha añadido que en la vida “no todo es como uno piensa sino que, cuando dejamos que realmente Dios toque nuestro corazón, se genera una experiencia fundante con Él, las cosas adquieren un sentido distinto. Entendí que Dios me pedía algo más: seguirle. Esa experiencia me permitió encontrar mi vocación y darle un sentido distinto a mi vida”.
Personas y experiencias que iluminaron su camino
Al reflexionar sobre las personas que marcaron su misión, ha recordado a Fr. Hugo Sánchez, su director espiritual desde los 13 años. Fue él quien la guió en momentos clave, como su primera misión en Atapirire, un pueblo en el estado de Anzoátegui: “Tenía apenas 16 años cuando fui por primera vez. Recuerdo que, al pisar la misión, pensé: ‘Este es mi lugar’. Fue un antes y un después. Allí entendí que quería ser misionera, que mi vocación era servir a los demás como esas hermanas que entregaban su vida diariamente”.
La experiencia de aquella Semana Santa en Atapirire y de las misiones posteriores, tanto en diciembre como en otras épocas del año, reafirmaron su llamada: “Ver el rostro de Jesús en las personas necesitadas me transformó profundamente. Fue allí donde Dios me mostró claramente hacia dónde dirigir mi barca”.
El desafío de ser religiosa en el mundo actual
En un contexto de cambios y transformaciones dentro de la vida religiosa, ha reconocido que las congregaciones se enfrentan a retos importantes, especialmente en Venezuela: “La vida religiosa está activa, pero cada vez somos menos. Sin embargo, las que estamos, lo entregamos todo con amor y esperanza, desde lo que somos, desde lo que el mismo Dios nos va dando. Yo encuentro una vida religiosa con ojos de esperanza, con manos llenas de amor, con un corazón lleno de nombres y, sobre todo, con unos pies en camino a la sinodalidad”.
En este sentido, ha destacado la importancia del caminar conjunto, de la sinodalidad de la que habla el Papa Francisco. Por su parte, la Hna. Wenderlyng ha añadido que la sinodalidad fortalece la misión en tiempos de fragmentación social: “Es posible vivir en fraternidad y unidad, incluso en un mundo tan dividido. En Venezuela, la vida religiosa joven es un signo de esperanza, un caminar juntos y de cara a un mismo objetivo”.
Historias de dolor y esperanza en Venezuela
De igual modo, ha relatado que uno de los momentos más impactantes de su misión ocurrió durante su noviciado en Atapirire, en 2017. Fue un año especialmente crítico para Venezuela. Allí conoció a una madre que, debido a la pobreza extrema en la que se encontraba, tuvo que regalar a sus hijos para garantizarles un futuro mejor: “Fue devastador. Esa experiencia me cuestionó profundamente: ¿qué estamos haciendo como congregación para responder a estas realidades?”.
Esta vivencia impulsó la creación de programas de alimentación en colaboración con la organización ARCORES, que hoy benefician a muchos niños en comunidades vulnerables del país: “No basta con quedarse con las dificultades que van surgiendo, no basta con quedarme quejándome o lamentándome de esas distintas situaciones que tal vez me toquen a mí… Lo importante de todo esto es preguntarse, ¿qué voy a hacer yo con esto que se me está presentando hacia donde me está invitando Dios? Ese precedente marcó un futuro distinto y ahora son muchos los niños los que se benefician de alimentación en nuestros pueblos”.
El significado de ser Misionera Agustina Recoleta
Para ella, ser MAR es más que una vocación; es un estilo de vida basado en la compasión, la humildad y la entrega total: “Nosotras fuimos fundadas para vivir en misión, en fraternidad, desde la oración, pero también siendo madres espirituales. Es acompañar al otro desde el amor, no desde lo que queremos que sea, sino desde lo que es”.
Con humildad, ha resaltado que su misión no busca grandes gestos ni reconocimiento público, sino que “se trata de darlo todo en lo pequeño, en lo sencillo. Como hormiguitas, trabajamos en silencio, pero con la convicción de que nuestras acciones llevan a otros al encuentro con Dios”.
“Como tú, Señor. Como tú, Jesús”
A la pregunta de cómo alimenta su espiritualidad frente a los desafíos que encuentra en el día a día, ha respondido que lo hace a través de dos elementos: “Lo primero, evidentemente, es la oración y facilitar espacios de encuentro con Dios, ya sean prolongados o mínimos a través de los sacramentos, como la Eucaristía o la reconciliación, que iluminan mi vida a la luz de Dios, a la luz de su Palabra, a la luz de ese encuentro que voy teniendo en lo sencillo, en lo pequeño con Él”.
Como un segundo punto, ha destacado que el acompañamiento espiritual a nivel personal es muy significativo. Por tanto, “son dos cosas, la oración y el acompañamiento espiritual que a nivel personal caminan de la mano, no se sueltan. Cuando vamos caminando solos es muy fácil caernos”.
También ha querido compartir que las frases ‘Todo pasa, todo pasa. Confía y yo estoy contigo’ le animan y le motivan en su misión. Una en particular, ‘Como tú, Señor. Como tú, Jesús’, le sirve para responder a todas las situaciones de la vida (tengo una dificultad: Como tú, Señor; Tengo una alegría: Como tú, Jesús.): “Esta frase se ha convertido en una jaculatoria que me da fuerza, esperanza, ánimo y valentía”.
Sueños personales y relativos a las MAR
Tras haber realizado sus votos perpetuos el pasado 4 de septiembre en Cali (Colombia), debido a la situación en la que se encontraba entonces Venezuela, su mayor anhelo es ser fiel a Dios hasta el último momento de su vida: “Mi meta es entregar todo lo que soy, con mis debilidades y humanidad, pero con la certeza de ser amada por Él».
Por lo que se refiere a sus deseos respecto a su congregación, a las MAR, la Hna. Wenderlyng ha confesado que aspira a que más jóvenes conozcan y vivan el carisma agustino recoleto: “Nuestro fundador, Mons. Francisco Javier Ochoa, soñaba con mujeres que fueran verdaderas misioneras, verdaderas hijas de María. Deseo que nuestra congregación crezca, sea más humana, más entregada y que, sin importar nuestras edades, podamos reflejar el rostro de Dios en todo lo que hacemos”.
Un mensaje para las jóvenes: «No tengan miedo de escuchar su corazón y de entregar su vida»
La Hna. Wenderlyng ha alentado a las jóvenes a escuchar sus corazones y no temer a la llamada de Dios: “No tengan miedo de escuchar su corazón y de entregar su vida. Cuando Dios toca el corazón, la mente, las fibras… es muy difícil esconderse. Él nos da la libertad, sí, pero llega un momento cuando uno se empieza a sentir vacío, que le falta algo y, sin duda, ese algo es Él mismo que quiere que vayamos entregando nuestra vida a lo que nos va pidiendo”.
Por último, ha añadido que “si tú en este momento estás sintiendo el deseo de entregar tu vida desde una consagración total, no dudes en acercarte a nosotras, para que desde esa respuesta que le vas dando a Dios, sea desde un sentirte misionera, Agustina y Recoleta. Ser MAR es una de las experiencias o de las oportunidades más hermosas que Dios nos da. Ser MAR para Dios, es ser MAR en todo lo que hacemos, en todo lo que pensamos y en todo lo que sentimos, pues allí está nuestro fin y nuestro origen carismático”.