Con motivo de la llegada de la Navidad, el Prior general de la Orden, Fr. Miguel Ángel Hernández, se dirige a toda la Familia agustino recoleta con su mensaje de felicitación. Fr. Miguel Ángel nos invita a contemplar con renovada alegría y esperanza el nacimiento de Jesús-Enmanuel, el Salvador que germinó en medio de la humanidad. Tras haber recorrido el Adviento clamando “¡Cielos, lloved vuestra justicia, ábrete, tierra y haz germinar al Salvador!”, llega el momento de la celebración en el que recordamos que nuestra tierra, aunque a veces parezca árida, está siempre fecundada por la gracia de Dios.
El mensaje del Prior general nos recuerda que, a pesar de los titulares que a diario nos muestran violencia, guerras y la peor cara de la humanidad, la Navidad ilumina nuestros corazones con la certeza de que nada está perdido cuando seguimos a Jesús y dejamos que Él transforme nuestra vida. Este Niño, Dios-con-nosotros, nos invita a abrir el corazón, reconociendo que la semilla de la esperanza puede brotar en cada rincón del mundo.
Tal como enseña el Papa Francisco, “todos estamos llamados a descubrir el amor acogedor de Dios en el Niño de Belén”. Esta celebración no se agota en la alegría de unos días festivos: es una oportunidad para la transformación personal y comunitaria. Una llamada a renovar nuestras actitudes, a ser humildes servidores y a compartir con los demás la Misericordia que hemos recibido. Así, en cada gesto de amor, de reconciliación y de apoyo al prójimo, hacemos presente a Cristo en nuestra sociedad.
En esta Navidad, la Familia agustino recoleta encuentra, además, un motivo especial de gozo: el Jubileo de la Esperanza, que nos convoca a fortalecer la fraternidad y a permanecer unidos en la misión de encarnar esa esperanza en el mundo. No debemos olvidar que la fraternidad y la unidad son parte esencial del espíritu navideño. Este tiempo festivo nos anima a traspasar fronteras físicas y espirituales, compartiendo con los más necesitados, escuchando el clamor de los que sufren y tendiendo puentes de reconciliación.
Que la vivencia de este misterio, el del Dios hecho Niño, nos transforme en verdaderos artesanos de paz, promotores de un amor que no excluye a nadie, y testigos de la Luz que no se apaga, incluso en la oscuridad.
¡Feliz Navidad! Que el Señor, que ha germinado en esta tierra, llene nuestros hogares, nuestras comunidades, nuestras misiones, nuestras vidas de su presencia y haga florecer en cada uno de nosotros la certeza de que, con fe y perseverancia, podemos ser signos vivos de esperanza y de cambio en nuestro mundo.