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San José, peregrino y escultor de esperanza

El Prior general de los Agustinos Recoletos, Fr. Miguel Ángel Hernández, ha dirigido una carta a toda la Familia Agustino Recoleta con motivo de la Solemnidad de San José, que se celebrará el próximo 19 de marzo. La misiva fue enviada desde Roma el 17 de marzo, en el marco del encuentro que reúne al Consejo general, los Priores Provinciales, Vicarios, Delegados y Superioras Mayores de la Orden, con el propósito de reflexionar sobre la sinodalidad, la transmisión del carisma y el futuro de la comunidad.

En su mensaje, Fr. Miguel Ángel Hernández presenta a San José como un «peregrino de esperanza», destacando los numerosos viajes que realizó a lo largo de su vida: desde Belén hasta Egipto, desde Nazaret a Jerusalén. Sin embargo, subraya que la peregrinación más desafiante fue la espiritual:

«una peregrinación interior de fe, confianza y obediencia a la voluntad de Dios». En este camino, José tuvo que enfrentarse a la incertidumbre, pero lo hizo siempre con la certeza de que Dios guiaba sus pasos.

El Prior general también destaca el papel de San José como un «hombre de sueños», señalando que «en los sueños emerge la libertad, y el hombre justo tiene los mismos sueños de Dios». En este sentido, recuerda las palabras del Papa Francisco, que invita a no perder la capacidad de soñar y a proyectar el futuro con confianza. “Soñar es abrir las puertas al futuro”, enfatiza el Prior, recordando que también el encuentro en Roma es una oportunidad para soñar juntos el sueño de Dios para la comunidad agustino-recoleta.

Finalmente, Fr. Miguel Ángel Hernández anima a todos los miembros de la Familia Agustino-Recoleta a inspirarse en el ejemplo de San José para ser «hombres y mujeres de acción», cultivando una esperanza que no es mera espera pasiva, sino un compromiso activo con la construcción de un mundo más justo y solidario.

«La verdadera esperanza se manifiesta en el amor que damos a los demás», afirma, recordando que la fe se vive en las pequeñas acciones cotidianas.

La carta concluye con una llamada a vivir este Jubileo como un peregrinaje hacia la plenitud de la vida en Cristo, con la confianza de que, al igual que San José, podemos hallar en Dios la fortaleza para superar cualquier obstáculo y avanzar con esperanza.

A continuación reproducimos el texto íntegro de la carta del Prior general:

Que el Dios de la esperanza colme nuestros corazones de alegría y paz.

Estimados hermanos:

Se acerca la solemnidad de San José, protector y patrono de nuestra Orden, y en este año jubilar quiero compartir con vosotros mi reflexión sobre su figura, tratando de verlo como un peregrino de esperanza que nos va abriendo caminos para llegar a Dios.

José, peregrino de esperanza

Los evangelios nos hablan de las distintas peregrinaciones que hizo José a lo largo de su vida: Para empadronarse, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Belém en Judea. A Jerusalén subió desde Nazaret para presentar al Niño a los ocho días de su nacimiento, para ofrecer la ofrenda de los pobres y consagrarlo al Señor. De hecho, las peregrinaciones a Jerusalén, coincidiendo con el tiempo de la pascua judía, fueron anuales en la historia de la familia de Nazaret. En una de ellas, precisamente, fue cuando se les perdió el Niño, que contaba con doce años. Más difícil y dolorosa fue la peregrinación, que los evangelios llaman huida a Egipto, a donde partió José con su familia por las sendas extrañas de Dios, para salvar a su hijo de las garras de Herodes. Cuando el malvado rey murió, el ángel del Señor le avisó para que regresara a su tierra, y se establecieron definitivamente en Nazaret.

Estos son los viajes del patriarca José registrados por los evangelistas, pero la peregrinación más importante de José fue su peregrinación interior: un viaje espiritual de fe, confianza y obediencia a la voluntad de Dios. Una peregrinación en la que tuvo que transitar del Antiguo al Nuevo testamento, y del Dios-Yahvé al Dios Padre, que se iba revelando en su hijo Jesús. Fue una peregrinación para nada sencilla; los caminos no estaban trazados ni trillados y tuvo que estar en permanente estado de alerta ante las sorpresas, tantas veces desconcertantes, de Dios.

La peregrinación de José por este mundo fue todo menos apacible; fue una peregrinación llena de sobresaltos, dudas, incertidumbre y dolor, que realizó en todo momento desde la confianza en Dios y con el corazón lleno de esperanza. Sin esperanza es imposible transitar los caminos por los que tuvo que peregrinar José y superar los obstáculos que enfrentó.

La esperanza es la virtud de los valientes y de aquellos que están dispuestos a asumir riesgos, y José lo era. No se quedó quieto, porque la esperanza no consiste en quedarse sentado esperando a ver lo que la vida nos depara; la esperanza es activa y siempre nos impulsa a luchar con todas nuestras fuerzas por aquello que creemos con todo el corazón. Fue lo que hizo José: luchó para que María no fuera dilapidada, buscando repudiarla en secreto; lucho incansablemente para proteger y defender a su hijo de las manos de Herodes, huyendo a Egipto; luchó trabajando como carpintero para que su familia tuviera una vida digna; luchó por transmitir a Jesús la fe de su pueblo y ser un padre responsable y amoroso.

José y sus sueños de esperanza

            José es un hombre de sueños: el carpintero también es soñador, con manos endurecidas por el trabajo y un corazón tierno por el amor y por los sueños. Cada uno actúa desde lo que lleva dentro de sí, y en los sueños emerge como libertad: el hombre justo tiene los mismos sueños de Dios. Dice el teólogo D.M. Turoldo que la vida echa raíces en los sueños,lo que significa que, a pesar de las dificultades, la capacidad de soñar y la esperanza son lo que realmente nutre nuestra vida. José está conectado con su interioridad: en lo profundo de su ser hay un espacio abierto donde puede escuchar lo que vibra en su interior, donde el Dios vivo le habla.

Las pruebas que José atraviesa ponen a desnudo su corazón. En la prueba, caen las máscaras, se disuelven las ilusiones y emerge lo esencial. En la prueba, cada uno vale cuánto vale su fe, cuánto vale su amor. José, desnudo ante la prueba, descubre que efectivamente ama a María y que amar no es poseer. La amará, a ella y a su hijo, según los planes de Dios. En la prueba, su corazón se dilata y él descubre, con serenidad y alegría interior, que nada es suyo porque él ya es todo de Dios.

El Papa Francisco nos anima a no perder la capacidad de soñar, la capacidad de abrirnos al mañana con confianza, a pesar de las dificultades que pueden surgir. No pierdan la capacidad de soñar el futuro: soñar sobre nuestra familia, sobre nuestros hijos, sobre nuestros padres. Mirar cómo yo quisiera que anduviera su vida. También los sacerdotes deben soñar sobre nuestros fieles y preguntarnos qué queremos para ellos. Soñar como sueñan los jóvenes, que son “descarados” en el soñar, y allí encuentran un camino. No perdáis la capacidad de soñar, porque soñar es abrir las puertas al futuro.

Cuando recibáis esta carta, estaremos reunidos en Roma el Consejo General, los Priores Provinciales, Vicarios, Delegados y Superioras mayores de la familia Agustino-Recoleta.  El objetivo de encuentro es vivir la sinodalidad dentro de la familia, reflexionar juntos sobre algunos temas de interés general, como puede ser la transmisión del carisma a los laicos, profundizar en la espiritualidad agustino-recoleta, ver cómo podemos apoyarnos y trabajar juntos en muchas de las actividades y proyectos que realizamos, y, en definitiva, soñar juntos, como familia, el sueño de Dios, el sueño que Dios tiene para nosotros. Queremos descubrir cómo nos sueña Dios y queremos hacer su sueño realidad, porque como dije en alguna oportunidad, citando al obispo brasileño Don Helder Cámara: el sueño que se sueña solo no pasa de un sueño, pero el sueño que soñamos juntos lo podemos hacer realidad. Dios quiera que aprovechemos esta oportunidad para hacer realidad el sueño de Dios para nosotros.

José, esculpidor de esperanza

La vida de San José nos invita a ser hombres y mujeres de acción, que no solo esperan pasivamente, sino que actúan en fe. La verdadera esperanza se manifiesta en el amor que damos a los demás, en las decisiones que tomamos cada día para construir un mundo más justo y solidario. En nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestras Iglesias o colegios, estamos llamados a ser reflejos de esa esperanza que no defrauda.

En un mundo marcado por la incertidumbre y la angustia, el Papa nos recuerda que nuestra esperanza no es vana. No se trata de un optimismo superficial, sino de una confianza profunda en aquel que nos ha prometido estar siempre con nosotros. La esperanza cristiana es un faro que guía nuestras vidas, incluso en las noches más oscuras. Nos anima a mirar hacia adelante, a no rendirnos y a seguir creyendo que, a pesar de las pruebas, Dios tiene un plan para cada uno de nosotros.

A través de su ejemplo, San José nos invita a vivir nuestra vida como un viaje, un peregrinaje hacia la plenitud de la vida en Cristo. Este Jubileo nos recuerda que cada paso que damos, cada decisión que tomamos, puede ser un acto de fe. A veces, el camino puede parecer oscuro y difícil, pero como San José, somos llamados a seguir adelante, confiando en que Dios nos guía.

La figura de San José nos enseña que la esperanza no es una ilusión, sino una virtud que se cultiva en la adversidad. Su vida es un testimonio de que, incluso en los momentos más oscuros, la luz de la esperanza puede brillar intensamente. A través de su ejemplo, somos llamados a ser peregrinos de la esperanza en nuestro propio camino, confiando en que, al igual que San José, podemos encontrar en Dios la fortaleza para enfrentar cualquier desafío y la certeza de que, al final de nuestra travesía, la esperanza siempre nos llevará a la plenitud.

Que el Señor nos bendiga con su paz.

Roma, 17 de marzo de 2025.

Fr. Miguel Ángel Hernández Domínguez, prior general

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