En el marco del Encuentro de la Familia Agustino Recoleta celebrado en Roma, Claudia Díaz, psicóloga clínica y miembro de la Fraternidad Seglar Agustino Recoleta de Querétaro (México), compartió su testimonio como laica comprometida, madre de familia y profesional. Su participación aportó una mirada fresca y profundamente humana sobre la vivencia del carisma agustino recoleto en la vida cotidiana.
Con palabras sencillas pero cargadas de profundidad, Claudia subrayó la necesidad de llevar el carisma a las relaciones diarias: «El gran reto es ayudarnos a vivir la fraternidad». Desde su experiencia como laica inserta en el mundo, insistió en que la fraternidad no es un ideal abstracto, sino un camino que se construye en lo concreto de cada día: en la familia, en el trabajo, en la comunidad.
«Necesitamos la convivencia cercana y con sentido con los otros para que la vida tenga plenitud», afirmó. En este sentido, alentó a religiosos y religiosas a abrir espacios de encuentro y escucha con los laicos, para compartir el carisma no solo desde la enseñanza, sino también desde la vivencia mutua.
«Necesitamos la convivencia cercana y con sentido con los otros para que la vida tenga plenitud»,
Su intervención fue especialmente significativa en un contexto donde la Familia Agustino Recoleta busca
fortalecer sus vínculos internos y asumir con mayor claridad el llamado a vivir su carisma de forma sinodal y compartida. Claudia recordó que ese camino no se recorre solo desde las estructuras o los discursos, sino también desde la capacidad de tejer relaciones genuinas, de acompañarse, de aprender juntos.
Su testimonio fue una de las voces laicales que, en este encuentro, han contribuido a ampliar la comprensión del carisma como don compartido. Porque la fraternidad, como ella misma dijo, no se decreta ni se enseña: se vive.
Una llamada a todos los miembros de la Familia Agustino Recoleta a hacer de la fraternidad una experiencia concreta y transformadora. Una inspiración para seguir construyendo comunidad desde lo cotidiano.