Del 4 al 6 de abril, la ciudad de Cafayate, situada en la provincia de Salta, al norte de Argentina, el Prior general, Fr. Miguel Ángel Hernández, visitó esta tierra de vino y montañas como parte de su recorrido por las comunidades de la Orden en Argentina. Allí fue recibido por el obispo de la Prelatura de Cafayate, el agustino recoleto Mons. Darío Rubén Quintana.
La visita comenzó con un encuentro cercano y enriquecedor entre el Prior general y los encargados de catequesis, así como los ministros de la Eucaristía de la Prelatura. Estos momentos de diálogo y fraternidad permitieron compartir vivencias pastorales y renovar el compromiso con la misión.
“Estos encuentros nos recuerdan que la misión se construye desde la escucha y la cercanía”, expresó Fr. Miguel Ángel.
Uno de los momentos más entrañables de la visita fue el almuerzo compartido en la localidad de Santa María, donde la Orden de San Agustín tiene una de sus comunidades. En este pequeño rincón de Cafayate, se respiraba una atmósfera de acogida y camaradería.
“La fraternidad es el corazón de nuestra vida agustiniana”, señaló Mons. Darío, destacando la importancia de estos espacios de convivencia para fortalecer la vida comunitaria.
Cafayate, reconocida por sus paisajes majestuosos y su tradición vitivinícola, es también un lugar de profunda presencia agustiniana. «La Prelatura ha sido históricamente tierra de misión y acompañamiento espiritual», destaca Mons. Darío.
Cada verano, Cafayate acoge a un grupo de jóvenes JAR de los Ministerios de Argentina, quienes realizan una misión solidaria en la región. El compromiso de los jóvenes da nuevo impulso a la presencia agustino recoleta en esta tierra.
Durante los días de la visita, se vivió un ambiente de alegría, fraternidad y profundo sentido pastoral. La cercanía y dedicación de Mons. Darío Rubén Quintana fueron motivo de gratitud por parte de la comunidad y de todos los que participaron en este encuentro.
El viaje concluyó con un sincero agradecimiento a la comunidad local por su generosa acogida. Las montañas de Cafayate, testigos silenciosos de tantas misiones, siguen siendo símbolo de esperanza y entrega. En ellas, la tradición agustiniana continúa acompañando al pueblo de Dios, sin importar la distancia ni las dificultades.