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El noviciado: una aventura interior que transforma la vida

En el corazón del histórico convento de Monteagudo, al norte de España, doce jóvenes provenientes de distintos rincones del mundo viven una experiencia que marcará profundamente sus vidas. Desde agosto de 2024, estos novicios de las Provincias San Nicolás de Tolentino y Santo Tomás de Villanueva se encuentran inmersos en el noviciado, una etapa clave en su proceso de formación dentro de la Orden de Agustinos Recoletos, la cual finalizará en agosto de 2025.

Monteagudo es uno de los tres noviciados que la Orden tiene en el mundo. Junto a él, funcionan también el noviciado del Desierto de la Candelaria en Colombia y el de Antipolo en Filipinas. Cada uno ofrece una experiencia única, pero todos comparten la misma finalidad: ser un espacio de iniciación profunda en el estilo de vida del Evangelio, tal como lo vivió el Hijo de Dios y lo propone el carisma agustino recoleto.

Según las Constituciones de la Orden, el noviciado debe ser una verdadera “iniciación integral al género de vida que el Hijo de Dios asumió y que Él nos propone en el Evangelio”. Es un tiempo para conocer más profundamente la vocación divina y experimentar el estilo de vida agustino recoleto en toda su dimensión: silencio, oración, vida comunitaria, desasimiento y caridad.

Una fraternidad que supera fronteras

Randall, de Costa Rica, lo expresa con claridad: “Algo que siempre me llama la atención de la Orden Agustino Recoleta es su familiaridad, esa acogida que siempre te encuentras en cada casa”. Esa calidez y sentido de pertenencia se vive a diario en Monteagudo, donde conviven novicios de países tan diversos como Argentina, Brasil, Paraguay, Venezuela y Costa Rica. “Somos de diferentes culturas, de diferentes países, de diferentes edades y eso nos enriquece a nivel personal y comunitario”, comenta Emiliano, de Argentina.

La vida en comunidad, uno de los pilares del carisma agustino, no es solo un ideal, sino una experiencia palpable. Jonas, de Brasil, lo resume en una frase que refleja la esencia agustiniana:

“Nadie es perfecto, pero un equipo sí puede serlo”.

Interioridad: camino hacia el corazón de Dios

Más allá de la convivencia fraterna, el noviciado se distingue por su fuerte dimensión espiritual. “Este año de noviciado es de mucho silencio y de mucho encuentro personal de discernimiento para responder al Señor verdaderamente”, confiesa Brian, de Venezuela. Es un tiempo para interiorizar, para descubrir la voz de Dios en lo profundo del alma, y para dejar que esa voz modele el corazón.

“La interioridad y el silencio, eso es lo que uno busca y lo que uno quiere”, afirma Fernando, de Argentina. En este sentido, el acompañamiento de los formadores, especialmente del maestro de novicios, resulta crucial. Tal como indican las Constituciones, deben instruir “principalmente en el amor y la caridad de Dios y del prójimo, y en el camino cierto de ello, que es la mortificación de los afectos y el desasimiento de todas las cosas”.

Testimonios de entrega y esperanza

Cada uno de estos jóvenes ha dejado atrás una vida distinta. Algunos estudiaban ingeniería, psicología o educación física; otros trabajaban como abogados, administradores o jardineros. Todos, sin excepción, fueron alcanzados por un llamado más grande. “Vale la pena aventurarse en este camino, entendiendo que Cristo nos está acompañando en todo momento”, expresa Gustavo, de Paraguay.

El noviciado no es un fin, sino un umbral. Es la preparación inmediata para abrazar la vida religiosa con plena libertad y madurez. “Este proceso ha sido para mí una experiencia de interioridad. Es un tiempo de ayuda, de escucha, para tomar decisiones”, afirma Bruno, de Brasil. Y ese discernimiento no es en solitario:

“Aquí lo que va a encontrar es una familia, va a encontrar hermanos que lo van a acompañar y juntos vamos a tratar de caminar hacia Dios”.

Una etapa que deja huella

Lo que los novicios están viviendo en Monteagudo no es solo un año de formación. Es un tiempo que “penetra en lo profundo de la conciencia” y que, como dice la Orden, debe ser capaz de marcar la existencia. “El Señor da las fuerzas para continuar y con la luz del Espíritu Santo va iluminando ese camino”, concluye Erickson, de Costa Rica.

A pocos meses de concluir esta etapa en agosto de 2025, estos doce jóvenes siguen caminando, en comunidad, con la mirada fija en Dios y el corazón abierto a su voluntad. “No tengas miedo”, insisten una y otra vez. Porque cuando Cristo llama, vale la pena responder.

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