Una lectura jubilar de los consejos evangélicos como camino de fe, libertad y comunión
Nos encontramos en un Año Jubilar, una ocasión preciosa para reflexionar sobre los consejos evangélicos bajo el lema “Peregrinos de la esperanza”. Los votos que profesamos son una forma concreta y profunda de expresar nuestra esperanza en el Dios de la vida. A través de ellos, manifestamos en la historia nuestra fe en el Dios de Jesús: una relación de confianza radical con Él.
En esencia, la profesión religiosa es una revelación de nuestra fe y nuestra esperanza. Al consagrarnos, reconocemos y esperamos siempre en Dios como el único Señor de la historia, el Absoluto, amado y buscado por todos.
Los votos: un camino hacia el Reino de Dios
Los votos son un pilar fundamental de la vida consagrada, que nos impulsan hacia el Reino de Dios. A través de ellos, y mediante su fuerza evangelizadora, se viven y promueven radicalmente los valores de ese Reino, mostrando que un mundo nuevo es posible para toda la humanidad.
La vida consagrada, vivida con fidelidad de por vida, es un poderoso testimonio de esperanza absoluta. Entregamos todo en manos de Dios, confiando en que algo nuevo y grandioso está por venir.
Estos votos condensan nuestro anhelo más profundo: una vida fraterna plena. Una vida que se manifiesta en cada persona, en cada comunidad, y en todo el pueblo de Dios.
La obediencia: construyendo un Reino de fraternidad
Cuando profesamos el voto de obediencia, creemos que estamos haciendo la voluntad de Dios Padre. Confiamos en que Él nos llevará a lugares inesperados, a ministerios que quizá nunca imaginamos. Él nos guía para que hagamos siempre su voluntad, no la nuestra, superando nuestros caprichos y deseos.
Profesar públicamente la obediencia nos impulsa a soñar y a colaborar con Dios en la construcción de un Reino nuevo: un Reino de fraternidad. Aunque aún está por edificarse, no dejamos de esperar una humanidad renovada, en verdad y en paz. Este voto nos orienta constantemente hacia los valores supremos del Reino, que trascienden las realizaciones humanas y fecundan la historia.
La pobreza: confianza y desprendimiento en Dios
Cuando profesamos el voto de pobreza, aprendemos a vivir desde la esperanza. La carencia de bienes nos lleva a una actitud interior de desprendimiento, que a su vez nos abre a una confianza plena en Dios. Él nunca nos abandona y siempre nos sostiene en cada situación.
Vivir públicamente la pobreza evangélica como estilo de vida nos capacita para disfrutar de las cosas sin necesidad de poseerlas. Esta pobreza nace de la confianza y la esperanza puestas en Dios. Por eso, los consagrados debemos vivir nuestros votos de pobreza como expresión agradecida de los dones que hemos recibido.
La pobreza evangélica es abandono total en manos del Padre. Es Él quien inspira nuestra esperanza. Como enseña el Santo Padre León XIV:
“Reconociendo que Dios es nuestra primera y única esperanza, nosotros también realizamos el paso de las esperanzas efímeras a la esperanza duradera. Frente al deseo de tener a Dios como compañero de camino, las riquezas se relativizan, porque se descubre el verdadero tesoro del que realmente tenemos necesidad.” (Mensaje para la IX Jornada Mundial de los Pobres)
La castidad: don de amor al Reino y a la humanidad
Al profesar la castidad por el Reino, reconocemos que el celibato es un don de Dios: un regalo del Padre para que vivamos como hijos en el Hijo. Este voto nos permite volcar nuestras energías, pasiones y capacidades al servicio del Reino y de la humanidad.
Es un proyecto de vida que busca la felicidad, un camino para aprender a amar al otro y al Otro (Dios), distinto de mí. Profesar públicamente la castidad es afirmar la superioridad de Dios y la esperanza en su sueño de amor con la humanidad. Es, en el fondo, una confesión de gran esperanza.
Solo se comprende desde la fe en la vida eterna. Esta esperanza transforma la vida presente, la convierte en un camino de libertad, y hace posible lo que parece imposible: la esperanza de una vida plena con Dios, sin despreciar ni devaluar la vida que ahora vivimos.
Vivir los consejos evangélicos con esperanza
En definitiva, estamos llamados a vivir los consejos evangélicos con la inmensa esperanza de que todo viene de Dios y todo es para Él. Es necesario vivirlos desde la esperanza en el Dios Uno y Trino, quien siempre es fiel. Y nosotros, por nuestra parte, estamos llamados a permanecer fieles a aquello que hemos profesado con gozo y entrega.
Wilmer Moyetones, OAR