Actualidad | Una palabra amiga

Mamá, quiero patatas: una catequesis inesperada durante la comunión

¿Qué pasa cuando un niño interrumpe la misa pidiendo una “patatilla” mientras su madre comulga? Fray Alfonso Dávila nos comparte una escena tan cotidiana como profunda, donde la inocencia infantil se convierte en una oportunidad para hablar del mayor misterio de nuestra fe: la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

Una patatilla en la fila de la comunión

Hace unos días, mientras repartía la comunión en la misa de siete en mi parroquia —Santa Rita, en Madrid— ocurrió algo muy curioso. Una madre venía con su hijo de la mano y ambos se acercaron a comulgar.

Al darle la comunión a la madre, el niño exclamó con insistencia:

—¿Pero qué es lo que te está dando? ¿Qué es eso? ¡Mamá, que yo también quiero una patatilla!

Aproveché ese momento. Me agaché para ponerme a su altura y le mostré el copón. Le dije:

—Mira, no son patatas. Esto es el cuerpo de Cristo. Es Dios, que viene a este trocito de pan y deja de ser pan para convertirse en su cuerpo, porque nos ama mucho… porque te ama mucho a ti.

El niño me miró con los ojos bien abiertos y respondió:

—Ah, pues yo quiero.

Le contesté:

—Todavía no puedes comerlo porque eres muy pequeñito. Pero cuando seas más grande, seguro que podrás. Y verás que es el alimento más bueno del mundo.

—Vale —me dijo, y se fue.

Cuando los niños enseñan a los adultos

Al terminar la misa, la madre se acercó apenada.

—Perdón por la que ha liado mi hijo. Me da mucha vergüenza que haya interrumpido la fila de la comunión. Pero no podía dejarlo solo en el banco.

Le respondí con una sonrisa:

—Lo has hecho de maravilla. Has venido con tu hijo a comulgar, y tu hijo ya ha aprendido que ahí no se reciben patatillas, sino algo mucho más importante. Aunque aún es pequeño para entenderlo, así se empieza. Seguro que este momento le generará más preguntas… y más deseo.

El Corpus no son procesiones, eres tú

En el día del Corpus Christi, necesitamos recordar que esto no va solo de custodias, incienso y procesiones medievales. Esto va de llevar a Cristo por las calles. Esto va de que lleves a Cristo por la calle sabiendo que la procesión eres tú.

Tú llevas a Cristo al mundo. Tú debes contarle al mundo que te has alimentado de Él. Dale gracias a Dios porque puedes comulgar, y si tienes hijos pequeños, llévalos contigo. Que vean, que pregunten, que deseen. Así sabrán que un día también ellos podrán recibir el mejor alimento del mundo.

Fray Alfonso Dávila

Madrid, 2025

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