Actualidad | Una palabra amiga

Maraming salamat po, Boyax

Hay personas que dejan huella. No por grandes discursos. No por títulos rimbombantes. Sino por estar. Por servir. Por sumar con alegría, con sencillez, con fidelidad. Hoy queremos despedir a uno de ellos.

La noche del jueves 17 de julio, en Madrid, falleció nuestro hermano, Fray Reynaldo Jaranilla, OAR. Para nosotros, simplemente, Boyax.

Así le llamábamos en la oficina de comunicación de los Agustinos Recoletos. Con cariño. Con cercanía. Porque más allá del hábito y del teclado, fue uno de los nuestros: compañero, amigo, hermano.

Entre cables y Evangelio

Fray Boyax vivió —literalmente— entre pantallas, cámaras y webs. Su pasión por la comunicación no era un pasatiempo ni una tarea más en la agenda. Era vocación. Una forma de vivir el Evangelio.

Esta misma web que tú estás navegando, sí, esta que ahora te conecta con nosotros, lleva mucho de su huella. Mucho de su trabajo. Todo su amor.

Lo suyo fue el testimonio silencioso de quien entiende que también se puede misionar con un ratón en la mano y el corazón en el cielo. Fue un misionero digital, un apóstol del teclado, un incansable servidor que recorría las autopistas de la información con el alma inquieta del hijo de san Agustín. Y sí, lo hacía bien.

La presencia plena

Fray Boyax creía que internet podía llevarnos a una presencia plena. Que las redes, los medios, los formatos digitales no eran enemigos de la fe, sino herramientas. Puentes. Lugares donde encontrarnos y comunicarnos mejor, también en la vida real.

Nos insistía en algo que ahora entendemos aún mejor: que no se trata solo de llegar a muchos, sino de llegar bien. Con verdad. Con belleza. Con alma. Él lo hacía así.

Un adiós con acento tagalo

Hoy queremos despedirte, hermano, en tu lengua.

Maraming salamat po.

En tagalo, significa: Muchas gracias. “Marami” quiere decir “mucho”. “Salamat”, “gracias”. Y “po” es la partícula del respeto. De la reverencia. Del cariño hondo.

Maraming salamat po, Boyax. Gracias por tu vida, por tu entrega, por tu fe tan silenciosa como firme. Gracias por ser un hermano de verdad. Gracias por enseñarnos que también se puede evangelizar entre píxeles y códigos.

Hasta que nos volvamos a encontrar

Ahora descansa, Boyax.

Reencuéntrate con tantos hermanos que te han precedido y disfruta —como sabías hacerlo— de la compañía del cielo.

Nosotros aquí seguimos. Con teclados encendidos y corazones aún conmovidos. Te encomendamos nuestra misión evangelizadora. Y cuando veas a Cristo —ese Señor al que tanto amabas—, dile cuánto le queremos. Cuánto nos esforzamos por anunciarlo hasta los confines del mundo… incluso en el continente digital.

Hasta pronto, hermano.

Y otra vez, con todo el corazón:

Maraming salamat po.

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