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Confesiones: un alma que se narra

En el marco de la campaña Agosto con A de Agustín, nos adentramos en las Confesiones, la obra más íntima y luminosa de san Agustín. Más que una autobiografía, es una plegaria que revela cómo Dios actúa en la vida de quien lo busca con corazón inquieto.

Cuando el corazón habla con Dios

“Nos hiciste, Señor, para ti…”. Así comienza la que muchos consideran la obra más personal de san Agustín. Escrita entre los años 397 y 401 d.C., Confesiones no es una narración fría de recuerdos, sino un diálogo continuo con Dios. Cada página es una peregrinación hacia la verdad, un testimonio de cómo la gracia divina actúa en la vida de quien se deja encontrar.

San Agustín no cuenta su historia para hablar de sí mismo, sino para confesar tres cosas: sus pecados, su fe y la infinita misericordia de Dios.

Estructura y claves de lectura

La obra se compone de trece libros:

  • Libros I–IX: narran su vida hasta la conversión y la muerte de su madre, santa Mónica.

  • Libros X–XIII: son reflexiones teológicas sobre la memoria, el tiempo y el Génesis.

En ellos late un tema central: la búsqueda de Dios. “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Conf. 1,1,1) se ha convertido en una de las frases más universales del pensamiento cristiano.

Momentos que marcan

En Milán, Agustín vive su decisiva conversión: una lucha interior, el anhelo de castidad y una voz que lo impulsa: “Toma y lee” (Conf. 8,12,29). Abre la Escritura y siente que Dios le habla directamente.

Junto a él, la figura de su madre, santa Mónica, brilla como testimonio de perseverancia: una madre que ora, llora y confía hasta ver cumplida su esperanza.

Una obra que interpela

Confesiones es, ante todo, oración. Una súplica, una alabanza, un alma que se desnuda ante Dios:

“Cuando yo me adhiriere a ti con todo mi ser, ya no habrá más dolor ni trabajo para mí, y mi vida será viva, llena toda de ti” (Conf.10,28,39).

Leyendo a Agustín, aprendemos a descubrir a Dios en nuestra propia historia y a reconocer que cada paso, incluso los más oscuros, pueden convertirse en lugar de encuentro con la gracia.

 Preguntas que nos deja Agustín:

  • ¿Qué te dice Dios en tu historia?

  • ¿Dónde lo estás buscando?

  • ¿Dónde lo has encontrado?