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“Ora, contempla y calla”: profesos simples en España viven sus ejercicios espirituales

Del 17 al 22 de agosto, los profesos simples de las provincias con presencia en España vivieron una semana de silencio, oración y contemplación bajo la guía de fray Felipe Sada Alegría, OAR.

Un verano en clave de silencio y desierto

Desde la noche del domingo 17 hasta la tarde del viernes 22 de agosto, los jóvenes profesos de las provincias de Nuestra Señora de la Candelaria, San Nicolás de Tolentino y Santo Tomás de Villanueva se reunieron para vivir sus ejercicios espirituales anuales. Bajo la dirección de fray Felipe Sada Alegría, la semana fue una invitación a detenerse y entrar en el “desierto” del corazón.

Fray Felipe, con voz profunda y clara, repetía una consigna que se convirtió en eje de los días: “Ora, contempla y calla”. Este llamado al silencio no era evasión, sino apertura: despojarse del ruido exterior y del bullicio interior para dejar espacio al Dios que habla en lo profundo del alma.

El desierto como lugar de encuentro con Dios

Cada jornada incluía encuentros formativos por la mañana y la tarde, con reflexiones de entre media hora y una hora. Después, los frailes recibían una guía escrita que orientaba su tiempo de meditación personal.

El “desierto” no fue entendido como vacío, sino como el lugar habitado por Dios. Allí, en la quietud, el corazón se abría a la presencia del Señor. Para favorecer este encuentro, las tardes se enriquecían con rezos comunitarios: meditaciones marianas, el Santo Rosario y momentos de adoración ante el Santísimo Sacramento.

Preguntas que interpelan el corazón

La experiencia no fue solo un ejercicio de silencio, sino también de discernimiento. La pregunta que resonaba día tras día fue directa y transformadora: “¿Qué quieres de mí, Señor?”

Los jóvenes profesos aprendieron a ponerse en manos de la Providencia, recordando que “estamos en las palmas de Dios”, hasta poder pronunciar con confianza la oración del salmista: “Hacer tu voluntad, oh Señor, me deleita”.

Del desierto a la vida cotidiana

El objetivo de los ejercicios espirituales no era quedarse en el desierto, sino volver al mundo de cada día renovados, “siendo los mismos, pero no de la misma manera”. Tal como enseña la liturgia de la hora sexta: “Ya no es su sitio el desierto ni en la montaña se esconde; digan si preguntan dónde, que Dios está —sin mortaja— en donde un hombre trabaja y un corazón le responde”.

Con esta certeza, los profesos simples concluyeron su semana de retiro: fortalecidos en la oración, serenos en el silencio, confiados en la Providencia y dispuestos a seguir construyendo su vocación agustino recoleta con un corazón abierto al Señor.