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Los agustinos recoletos más jóvenes viven una semana transformadora en Roma

Una semana de escucha profunda, de cuerpo y alma. Así vivieron los agustinos recoletos más jóvenes la primera etapa de su encuentro en Roma, donde la espiritualidad, la formación y la vida fraterna se entrelazaron en un camino de transformación interior y comunitaria.

Jóvenes recoletos: cuerpo, alma y comunidad en una semana intensa

Desde Filipinas, Brasil, Perú, México, Venezuela, España y otros países, los agustinos recoletos más jóvenes se dieron cita en Roma para vivir una semana profundamente formativa. La ciudad eterna fue escenario de un proceso intenso de renovación espiritual, interioridad, escucha y sanación.

Cada jornada comenzó con la celebración eucarística, presidida por diferentes hermanos en español, portugués e inglés. La apertura estuvo a cargo de fray Javier Monrroy, director del encuentro, quien subrayó que la formación permanente no es una lista de estudios, sino un proceso de discernimiento continuo para que nuestro corazón inquieto se mantenga centrado en Dios.

Soñar el Reino desde el interior

El primer día culminó con un taller simbólico con piezas de LEGO, impartido por fray Alfonso Dávila, donde los participantes expresaron sus miedos, esperanzas y anhelos sobre la vida en comunidad. Bajo el título Los sueños del Reino de Dios, el ejercicio permitió traducir en forma y color lo que muchas veces cuesta decir con palabras.

Neurobiología y fe: reconocer para sanar

Los días siguientes estuvieron guiados por Óscar y Érica, del Instituto Newman de México, quienes introdujeron una formación innovadora: la neurobiología aplicada a la vida religiosa. A través de dinámicas emocionales y corporales, los participantes reflexionaron sobre cómo el cuerpo recuerda y expresa heridas que aún no han sido sanadas.

Los talleres ayudaron a identificar reacciones automáticas, reconocer los propios “espacios seguros” y conectar el lenguaje del cuerpo con la vida espiritual. La clave: escuchar con compasión, sin juicios, para acoger todo lo que forma parte de nuestra historia personal y comunitaria.

“Nuestros traumas hablan en el cuerpo y en las relaciones”, recordaron los facilitadores. Sanar exige tiempo, profundidad… y fraternidad.

Una mente, muchas voces: integrar para vivir

El tercer día estuvo centrado en la multiplicidad interior. Fray Danilo de Souza presidió la misa en portugués y fray Rafael Ferreira ofreció una predicación centrada en la integración del yo. Las voces internas no son un problema, sino un terreno sagrado que hay que aprender a escuchar.

Se abordó la idea del trauma como una memoria fragmentada, como un vídeo que solo puede reproducirse en audio: las emociones están, pero las imágenes no aparecen. Desde ahí, los agustinos recoletos más jóvenes reflexionaron sobre cómo vivir una espiritualidad encarnada, donde el cuerpo sea también expresión de fe y de historia redimida.

La teoría polivagal: el cuerpo también reza

En la jornada del jueves, los hermanos de la Provincia San Ezequiel Moreno presidieron la eucaristía, y se profundizó en la teoría polivagal, que explica cómo el sistema nervioso regula nuestras emociones. Entender el cuerpo como espacio sagrado permite, también, comprender desde otra perspectiva lo que nos pasa.

Sesgos, heridas y una Iglesia que necesita sanar

El último taller con el Instituto Newman abordó un tema delicado: cómo los traumas personales se reflejan también en la vida eclesial. Se habló de los sesgos religiosos, actitudes inconscientes que marcan la manera de vivir la fe y que deben ser reconocidas para poder ser sanadas desde la luz del Evangelio.

Genazzano y Asís: la fe hecha peregrinación

El fin de semana, los agustinos recoletos peregrinaron a dos lugares especialmente significativos. El sábado llegaron al Santuario de la Madre del Buen Consejo en Genazzano, donde renovaron su consagración religiosa ante María, la Madre del Buen Consejero.

El domingo, la peregrinación culminó en Asís, cuna de san Francisco, santa Clara y del joven Carlo Acutis. Un lugar donde la radicalidad evangélica, la pureza del corazón y la santidad juvenil siguen resonando con fuerza.