El diario brasileño O Povo destaca la labor del Lar Santa Mônica, fundado por los Agustinos Recoletos en Fortaleza, como ejemplo de reconstrucción de vidas marcadas por la vulnerabilidad social.
En medio de los desafíos que enfrentan miles de niños y adolescentes brasileños marcados por la vulnerabilidad social, la ruptura de derechos y los traumas familiares, los hogares de acogida representan mucho más que un simple refugio temporal: pueden ser el punto de partida para una vida completamente nueva. Así lo recoge el diario O Povo en un artículo firmado por Paulo Augusto da Costa Bezerra Filho, donde se pone en valor el modelo de las Casas Lar, en particular el Lar Santa Mônica, obra de los Agustinos Recoletos en Fortaleza.
Este espacio fue fundado en 2009 por la Orden de Agustinos Recoletos a través de la Asociación Beneficente dos Agostinianos Recoletos de Fortaleza (ABARF). Desde entonces, se ha convertido en un lugar donde niñas y adolescentes encuentran no solo techo y alimento, sino también dignidad, afecto y acompañamiento. Como subraya el artículo, lo que ofrece el Lar Santa Mônica es lo más esencial al desarrollo humano: el sentimiento de pertenencia.
Una historia de esperanza: el testimonio de L.A.
El testimonio de L.A., joven de 26 años, fue presentado en el programa nacional Criança Esperança, y refleja la fuerza transformadora del acompañamiento recoleto. Acogida en el Lar Santa Mônica tras haber visto vulnerados sus derechos, L.A. encontró allí la protección, el cariño y el apoyo necesarios para reconstruir su vida.
A pesar de las dificultades, su paso por esta casa de acogida le permitió resignificar su historia. Hoy trabaja en proyectos sociales y es voluntaria en una escuela de fútbol para niños. Desde su experiencia, ayuda a otros a creer en un futuro mejor —el mismo que un día ella recibió.
Una misión que transforma
El Lar Santa Mônica representa un ejemplo concreto de la misión de los Agustinos Recoletos al servicio de la justicia, la compasión y la promoción de la dignidad humana. Frente a contextos marcados por la pobreza, la violencia o el abandono, esta casa es un signo de esperanza que transforma vidas con amor y perseverancia.
Como afirma O Povo, esta obra tiene la capacidad de “ofrecer lo más esencial al desarrollo humano: el sentimiento de pertenencia”. Un valor profundamente agustiniano que hoy sigue dando frutos a través de la entrega de los religiosos y laicos que hacen posible esta misión.


