Negros es la isla más recoleta del archipiélago filipino. Han sido los agustinos recoletos los que han fundado la mayor parte de sus pueblos, han diseñado su mapa de carreteras y han introducido los cultivos que convirtieron a Negros en uno de los motores económicos del país. De Negros proceden muchos de los religiosos y en esta isla se encuentran buena parte de sus comunidades: una de las cuatro universidades recoletas, una de las cuatro casas de formación de Filipinas y dos de las ocho parroquias que tiene la Orden allí.
En un recorrido detallado por el museo, llama la atención la frecuencia con que aparece en muchos de los libros parroquiales la firma del agustino recoleto Fernando Cuenca, considerado padre de la industria azucarera de la isla de Negros y que fue durante muchos años párroco de Talisay. También puede comprobarse en otros documentos que lo que hoy día es la ciudad de Bacólod antes se llamaba “Pueblo de Magsungay”. O, como dice Modesto Sa-onoy, historiador de Negros: “Sirviéndose del Libro de Bautismos, uno puede componer todo su árbol familiar”.
Patrimonio y ecología
El Museo Recoleto de Negros se encuentra dentro de otro museo, el llamado Museo de Árboles del Patrimonio; un plantel de árboles filipinos autóctonos de 25 especies distintas, antaño muy abundantes en las Islas y hoy en peligro de extinción, como el tíndalo, el molave o el kamagong.
Este segundo museo, de especies vivas, nació el pasado 23 de mayo de las manos de jóvenes alumnos de la Universidad, cada uno de los cuales se comprometió a apadrinar un árbol. UNO-R contó con la colaboración de la Corporación para el Desarrollo de la Energía (EDC), la principal compañía de energía geotérmica del país, que se ha comprometido a monitorizar los árboles y formar con ellos un banco de datos. La subsecretaria del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales del Gobierno filipino, Marlu Mendoza, asentó los principios de todo este movimiento: “los árboles son parte de nuestra fe, dones de la creación; alimentemos este don, cambiemos de actitud, cuidemos los árboles”.
El Museo Recoleto incluye un par de árboles de caoba de 20 años que han quedado incorporados dentro de la edificación. “No hemos querido cortar los árboles –nos dice el hermano Jaazeal Jakosalem, encargado del museo . Lo que queremos es salvarlos, como patrimonio nuestro que son”.
El mantenimiento de esos árboles añade de hecho una nota ecológica, y muestra cómo pueden integrarse arquitectura y protección ambiental, embelleciendo incluso el interior del museo.
De ello ya tenía experiencia Jakosalem, que el pasado 23 de abril había recibido del Gobierno filipino el premio de ecología Padre Neri Satur, “por el notable proyecto que es, en el campo de la construcción sostenible y la conservación de energía, la capilla construida en la UNO-R con materiales indígenas y elementos que fomentan el ahorro de energía”.