Los agustinos recoletos se identifican con san Agustín desde el primer momento. No podía ser de otro modo. Y lo proclaman de palabra y por medio de representaciones plásticas. Entre éstas, la de mayor rango es el sello oficial de la Corporación, que permanecerá inalterable durante casi tres siglos. En él campea un san Agustín arrodillado ante un Cristo crucificado de tamaño natural, un Cristo que se diría vivo.
El san Agustín del sello de la Orden está descalzo y vestido de recoleto. También es obispo, pero las insignias episcopales –báculo y mitra‑ estén por tierra, dando a entender un cierto menosprecio de los honores propias del cargo. Es obvio que se quiere presentar una imagen concreta del Santo, la propia.
Pero el hábito no hace al monje, y mucho menos al santo. No es la imagen de Agustín lo que importa: siendo obispo o sin serlo, recoleto o agustino… Como no consiste la renovación en conocer mejor la doctrina y la vida del nuestro Padre. Ahora sabemos sobre san Agustín mucho más que nuestros antecesores. Y disponemos de herramientas infinitamente mejores, a la hora de buscar citas y datos. Pero no por eso somos mejores agustinos recoletos.
Más que la apariencia del Santo importa su actitud de estar de rodillas ante Cristo crucificado. Su gesto de adoración, su postura de contemplación y la desnudez de todo lo demás. En esto radica la originalidad recoleta, la novedad de su inspiración.
En el momento naciente de la Recolección, a finales del siglo XVI, la Orden agustina está en un momento de esplendor que suma figuras de gran relieve, iglesias y conventos monumentales, empresas evangelizadoras admirables. Pero nada de eso es importante, vienen a decir los recoletos. Lo que cuenta no son las cifras, ni las estructuras, ni las obras, del tipo que sean.
La Recolección quiere reivindicar la experiencia radical de Agustín, representada en este sello. La experiencia del encuentro con Cristo. Un encuentro personal y directo. Con el Cristo desnudo y puesto en cruz. Es lo que llamamos “oración”, en toda la extensión y profundidad de la palabra. “Ciencia y caridad”, sí; y cuantas más parroquias, misiones, colegios, mejor. Pero siempre y cuando estén vitalizadas por la oración.
A ello se nos invita hoy, día de san Agustín. Bueno es que conozcamos mejor a nuestro Padre; que nos ilustremos lo más posible sobre su doctrina; que formemos agustinólogos y difundamos por todas partes el pensamiento del Santo. Pero sólo será agustino recoleto quien, olvidado de todo lo demás, cultive a diario el encuentro y el diálogo con el Señor de la Cruz y de la Gloria.