Una palabra amiga

San Agustín, predicador de la Verdad

​San Agustín buscó desde su adolescencia la verdad, el sentido auténtico de la palabra y el significado verdadero. El autor reflexiona sobre este asunto en este artículo.

Me gustan los deseos, esfuerzos, la forma apasionada de amar de San Agustín. Un santo tan antiguo y tan nuevo, siempre caminando al filo de lo humano y lo divino. En fin, es un santo cercano en su pensamiento a nuestro tiempo.

El hiponate (se le conoce con este gentilicio, ya que San Agustín fue Obispo de Hipona, ciudad al norte de África y lugar en el que murió en el año 430) siempre tuvo sed por la verdad, fue un incansable buscador de la verdad. Así dan testimonio sus 232 libros conjuntados en 93 obras, sus más de 250 Cartas y 1000 Sermones y, en general, toda su obra en la que encontramos abundantes detalles para completar esta incansable búsqueda y sed inagotable por la verdad. Pero qué sucedía con San Agustín, que entre más encuentra a Dios más deseos sentía por buscarlo, una vez que lo encuentra, más ganas de abrazarlo le provocaban.

Iniciemos diciendo qué es la “verdad”. Ya el diccionario nos dice que la verdad es una “conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa”. Una acepción muy adecuada para lo que estamos tratando es: “la propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna”, otra sería, el “juicio o proposición que no se puede negar racionalmente”; es decir, la verdad es siempre la misma, a pesar del tiempo, la geografía y de las personas.

Es necesario tener en cuenta que el “águila de Hipona” (nombre también alusivo a San Agustín) fue un hombre que cultivó la lectura asidua, reflexiva y dialogante con sus compañeros de comunidad sobre pasajes de la Biblia. Podríamos decir que San Agustín pensó, sintió y actuó en conformidad con las Sagradas Escrituras.

En el Comentario al Salmo 88, refiriéndose a Dios dice: “hablo, pero hablo tus cosas”, las cosas de la Verdad, porque Dios es absoluta Verdad, no cambia, es inmutable. Agrega… “anunciaré tu verdad por mi boca… que hable por ti y hable yo dos cosas, una tuya y otra mía; la verdad es tuya, la boca mía. Oigamos qué verdad anuncie y qué misericordia va a cantar”.

El hiponate, desde joven pasó mucho tiempo angustiado por el problema de la verdad y la búsqueda de la sabiduría. Esto lo llevó a transitar por caminos extraviados, pero pronto, Dios que no se cansa de buscar al hombre, encuentra a Agustín y lo transforma. Dios se hace visible por mediaciones humanas como son su madre Santa Mónica, el obispo de Milán San Ambrosio… y por último las Sagradas Escrituras, que con un sonoro canturreo de “toma y lee, toma y lee”, abre la carta de San Pablo a los Romanos y al leerlas con los ojos del corazón, lo transforman, lo hacen nueva criatura…, “tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé…”.

Así llega a su fin, pero también su principio, el buscador encuentra lo que tanto ansía y por tanto tiempo ha desvelado a su alma. La fuente de la inquietud de San Agustín y el motivo principal de su peregrinaje es la búsqueda de la verdad y la felicidad que para él son una misma cosa. Una vez descubierto el objetivo de su búsqueda, sigue buscando para seguir encontrando.

Pese a la distancia temporal, la actualidad de Agustín le hace modelo para muchos jóvenes de nuestra sociedad, encantados y ensoberbecidos por su posición y conocimientos, triunfadores sociales, pero inquietos espiritualmente en la búsqueda de la Verdad.

El “Águila de Hipona” se convierte en predicador de la Verdad, predicar a Dios es su objetivo. Descubrir ese tesoro lo lleva a difundirlo, hablar de Dios/Verdad, es su necesidad y su pasión. Todo lo que decía, amaba, predicaba, dialogaba, escribía el hiponate, era sobre Dios, el Dios de las Sagradas Escrituras.

Haz un alto en tu vida, piensa en un momento en las frases, oraciones que salen de tu boca y analiza sus contenidos, verbos, motivaciones constructivas, o tal vez destructivas, que pronuncian tus labios. ¿Se parecen a las motivaciones de San Agustín, que se preocupó por construir comunidad/familia a partir de Dios/Verdad? Todo encuentro con Dios es un encuentro transformante, sí, nos transforma en hombres nuevos, criaturas nuevas…, el viejo hombre quedó en el pasado, San Agustín es un claro ejemplo.

Víctor González OAR

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