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Cuba llega al corazón

Fray Miguel Miró narra su experiencia en la misión de los Agustinos Recoletos en Cuba, en la que ha colaborado algunos meses tras concluir su servicio como prior general.

«¿Qué vas a hacer ahora?», me preguntó el nuevo prior general al terminar el Capítulo. “Desearía ir unos meses a la misión de Cuba para apoyar en lo que pueda y luego volver a la Provincia”, le respondí con sinceridad y cierto temor. Creo que, a mi edad, después de estar dieciocho años en Roma, dedicado a las tareas de gobierno, hay que dejar la vida en manos del Señor y estar dispuesto para iniciar una nueva etapa de la vida con ilusión y renovada esperanza.

Dejar el cargo y las responsabilidades de gobierno fue una liberación y también fue una oportunidad para “poner orden en la propia vida”, como dice Carlo Maria Martini. Deseo considerar los acontecimientos y las situaciones desde la fe, con libertad, con creatividad, sin miedo, sin dejarme condicionar. Para mí, ha sido una bendición estar un tiempo en la misión de Cuba, al convivir con una comunidad interprovincial y ejercer el ministerio pastoral con personas concretas que sufren su pobreza material y viven su riqueza espiritual en condiciones sociopolíticas muy particulares.

Nos unimos a un pueblo que camina

Fue a partir de 1980 cuando los cubanos, después de la revolución, podían decir sin miedo que eran católicos. La visita de los papas Juan Pablo II (1998), Benedicto XVI (2012) y Francisco (2015) dieron un gran impulso para que la Iglesia de Cuba expresara su fe con libertad. En la visita del papa Francisco, monseñor Aranguren, obispo de Holguín, le dijo: «Al paso de las décadas nuestra Iglesia, en el silencio de la cotidianidad, ha ido fortaleciendo su espiritualidad pastoral sustentada en cuatro claves del Reino: el valor de “lo poco”, de “lo pequeño”, de “lo anónimo” y de “lo gradual”». La misma necesidad es un aliciente para caminar juntos, celebrar la fe, ser solidarios con todos y evangelizar. Todos los carismas se van integrando en la vida pastoral de la Iglesia en Cuba. Reducida en número, pero que camina unida, con audacia y esperanza.

Los Agustinos Recoletos llegaron a Cuba el 17 de febrero de 2018. Actualmente, atienden en la Diócesis de Holguín una zona pastoral de 781 km2 con una población de cerca de 80.000 habitantes. Esta zona comprende las parroquias de Banes, Antilla, Báguanos y Tacajó. Cada Parroquia tiene comunidades en poblaciones cercanas (Río Seco, Cañadón, Los Ajíes, Macabí, El Ramón). El 40 % están bautizados, pero pocas personas participan en la Eucaristía dominical. La participación en las actividades parroquiales se ha visto muy mermada por la pandemia.

Este pueblo, que según monseñor Emilio Aranguren, obispo de Holguín, vive una “fe privatizada”, siente la necesidad de rezar a la Virgen de la Caridad y de abrir su corazón a Dios. Al celebrar la Eucaristía con la puerta de la iglesia bien abierta, me motivaba pensar que cada Eucaristía era hacer presente al Señor en cada uno de estos pueblos y comunidades rurales, aunque fueran pocos los que participaban y viera pasar por la calle muchas personas ocupadas en sus quehaceres cotidianos.

Gracias a mi comunidad misionera

El 14 de junio viajé de Madrid a La Habana, ligero de equipaje personal pero cargado de alimentos y con cuatro inyectores para reparar el coche Fiat. Sin problemas en la aduana. Ismael Xuruc (guatemalteco), prior de la comunidad, me esperaba en el aeropuerto. Al amanecer del día siguiente emprendimos el viaje de trece horas en coche hasta llegar a Banes. Allí me esperaban los otros dos miembros de la comunidad: Noé Servín (mexicano) y Julián Vallejos (peruano). A los pocos días de mi llegada fuimos a un encuentro sacerdotal en Holguín y allí saludamos al obispo de la diócesis monseñor Emilio Aranguren y al obispo auxiliar monseñor Marcos Pirán.

El 24 de julio se incorporó a la comunidad Kennet Pahamutang, filipino, procedente de México, donde residió unos meses. En la iglesia, junto a la imagen de la Virgen de la Caridad, está la fotografía de nuestro hermano filipino Joel Naranja, que dejó su vida en Cuba, víctima de COVID-19. El 8 de agosto celebramos el primer aniversario de su muerte.

Después de que Ismael Xuruc hubiera sido nombrado consejero general, el Prior general nombró superior de la comunidad San Ezequiel Moreno de Banes a Joseph Shonibare, nigeriano. Llegó el 2 de septiembre procedente de la Misión de Pauiní, Amazonas, Brasil.

Junto a los hermanos de comunidad se sucedieron las vivencias sencillas y emotivas de cada día: la oración y la Eucaristía en común, conversaciones amenas sobre recuerdos, acontecimientos del día, averías de los carros, noticias de la Orden y proyectos pastorales. Las parroquias se atienden “in solidum”, si bien cada uno se responsabiliza de una de ellas. Los hermanos me facilitaron que conociera y estuviera con la gente. Tenía que asimilar el “cubaneo” para conocer y querer a este pueblo, escuchar sus inquietudes, necesidades y deseos. De poco me servían los esquemas preconcebidos, había que partir de lo bueno que hay en el fondo de todo corazón y transmitir el amor de Cristo, amor que libera y salva.

En las eucaristías que celebré en cada una de las parroquias y comunidades, en los bautizos que administré en Banes, en las visitas a los enfermos en Báguanos y en las confirmaciones de Antilla, me sentí en sintonía con la misión de la comunidad. Las eucaristías de los domingos en Banes, transmitidas en Facebook, eran seguidas por los que no iban a la iglesia e incluso por cubanos del exterior. Las reuniones todos los jueves con el grupo de la incipiente Fraternidad Seglar Agustina Recoleta de Banes me animaban a compartir la fe con sencillez y a admirar la acción de Dios en este pueblo. Conocía los nombres de personas concretas, nos ayudaban a la comunidad y sentíamos su cercanía y afecto. Las despedidas a Ismael en Tacajó y en Báguanos y la despedida del grupo de la Fraternidad y de algunas personas fueron muy emotivas. Aún resuenan en mi interior saludos y despedidas: “Gracias por venir a Cuba”, “Ahora que ya le queríamos… ¿Cuándo volverá?”

Virgen de la Caridad del Cobre

En el corazón de todo cubano late el amor filial a la Virgen de la Caridad:

“Madre que en tierra cubana,
riegas desde lo alto tu amor,
Madre del pobre y del que sufre,
Madre de alegría y dolor”.

La Virgen Mambisa es referencia en la identidad de este pueblo. En Banes, donde reside la comunidad, me sorprendía que muchas personas acudían a la iglesia para rezar a la Virgen de la Caridad, ofrecían una limosna, encendían una vela o dejaban unas flores.

En la novena antes de la fiesta de la Virgen de la Caridad se veneraba cada día la imagen en una casa de un barrio del pueblo y concluía la jornada con la celebración de la Eucaristía en dicha casa. Terminada la misa, la imagen de la Virgen iluminada sobre el jeep, al son de cantos marianos se llevaba a la iglesia. Durante el recorrido la gente aplaudía a su Virgen. El 8 de septiembre fue la gran fiesta; la alegría y la devoción popular se manifestaban en la procesión que presidí por las calles de Báguanos llevando la imagen de la Virgen en un triciclo. Keneth tuvo la celebración en Tacajó, Noé en Antilla. Al atardecer, llegamos a la Eucaristía después de la concurrida procesión por Banes donde la imagen de la Virgen recorrió las calles sobre un jeep. En la iglesia había gente rezando todo el día. No me podía imaginar que el templo parroquial estuviera abarrotado de fieles –niños, jóvenes y mayores– en la celebración de la solemne Eucaristía. El coro parroquial entonaba con fervor sus cantos a María.

Gracias, Señor, y gracias a todas las personas que en Cuba viven, aman y sueñan un mañana mejor y ponen su esperanza en Dios. He vivido tres meses en la comunidad San Ezequiel de Banes y he caminado con este pueblo sencillo y necesitado que con agradecimiento humilde acude a María, Virgen de la Caridad, pidiendo vivir con dignidad, paz y la bendición de Dios.

«Gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla» (Mt 11, 25).

Miguel Miró OAR

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