Santa Clara de la Cruz de Montefalco, virgen

Clara (Montefalco, Perusa, 1268 – 1308) ingresó a los seis años en un reclusorio, situado a extramuros de la ciudad, en el que vivía con gran austeridad su hermana Juana con algunas compañeras. En 1290 el reclusorio se convirtió en convento bajo la regla de san Agustín, y Clara hizo su profesión religiosa con el nombre de Clara de la Cruz. A la muerte de Juana (22 de noviembre de 1291), fue elegida superiora del convento, cargo que desempeñó hasta su muerte, acaecida el 17 de agosto de 1308.

Clara se comportó siempre de modo ejemplar. Fue severa consigo misma y con sus hermanas, especialmente en todo lo relativo a la vida común, tan urgida por la regla de san Agustín. Recomendaba vivamente el espíritu de sacrificio, el trabajo manual y la ascesis personal como bases de toda vida espiritual sólida. Tuvo los dones de la ciencia infusa y del discernimiento, y defendió con ardor la ortodoxia contra insidiosas desviaciones doctrinales. Fue consejera espiritual de personas influyentes en la sociedad y en la Iglesia de su tiempo.

Su espiritualidad gira toda ella en torno a la meditación de la Pasión de Cristo y a la devoción a la Cruz. Los últimos días de su vida repetía que llevaba la Cruz de Cristo impresa en su corazón. A su muerte las hermanas, deseosas de comprobar el valor y significado de sus palabras, le extrajeron el corazón, encontrando impresas en él las insignias de la Pasión del Señor.

Su cuerpo se venera en la iglesia de las monjas agustinas de Montefalco

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